domingo, 26 de junio de 2022

El retorno | Cuarto especial para la LC de 'La Cabaña' 2022

 



INTRODUCCIÓN


Salgo del laberinto.

Una vez más.

 

Me concentro. Pronto se dejarán ver mis leales. La tropa conformada por Rectitud, Resolución, Experiencia, Esperanza e Ilusión que jamás me abandonaría. Seguramente, en la parte más oscura de la más negra sombra, Conciencia esté calibrando algún tipo de juicio.

Pero es Selene quien me sorprende desde el flanco derecho.

—¡Vaya si ha estado intenso! — Se seca el sudor de la frente, con los ojos muy abiertos, mientras deja ir su exclamación.

Una segunda voz, llena de desparpajo, dice la suya a mi izquierda.

—¡Aún me pregunto cómo demonios hemos logrado salir de esta!

Arkana me mira, como sorprendiéndose de mi propia sorpresa. Prosigue, escogiendo provocarme como continuación a su intervención: —¿Qué pasa, no esperabas que lográsemos salir contigo?

Apurado, me limito a hacer unos aspavientos con los brazos.

Me siento diferente. Completo sería la palabra. Extrañamente completo, rozando algún tipo de felicidad.

—Maldita montaña rusa. ¡Por poco nos despellejas ahí dentro, Hombre! — No sé si Nadia seca lágrimas de tristeza o alivio. El caso es que lo hace. Me acerco sin pensar y la abrazo con todas mis fuerzas.

Por encima de su hombro, la veo.

Vlad Strange, mágica y radiante, contempla distraída el cielo azul. 

Quiero llegar hasta ella, pero su mirada ensoñadora empuja la mía.

Ahí está, ese azul cobalto de primeros de octubre. El mismo que tan bien combina con la luz de los farolillos.

Ella me sonríe, y con un simple guiño de ojo redirige mi vista hacia Àngels. No dice nada, tan solo asiente, satisfecha y orgullosa.

 

Hay más personas saliendo de las profundidades de la tierra. 

Esa cueva maldita que tanto me asusta.

Merce, Laura, Balta, Ana, Vi, Edgar, Rose... Todos ellos sanos y salvos.

 

—Tu luz los ha guiado. Nos ha guiado a todos... — Las palabras de Rochi me llegan cálidas y cercanas.

 

Alejado de la escena, J. Carlos asiente, casi oculto por la creciente oscuridad de un saliente bajo el cual se encuentra. No está solo.

—Qué cabrón. Al final ha logrado guiarse.

A su lado, Conciencia asiente con solemnidad. 

A ambos se les escapa una creciente sonrisa... Hasta que la carcajada de Experiencia no se hace esperar más.




EL RETORNO


El viejo no apareció por ningún lado. Y no fue debido a que Verónica no esperase.

La joven se sentó junto al fuego hasta que solo quedaron brasas de él. Por mientras, el madrugador sol de la mañana parecía querer colarse por las rendijas de los ventanales cerrados de la cabaña.

«Habrá tenido que ausentarse de improviso...», pensó, mientras agarrando chaqueta y bolso se dispuso a abandonar el lugar que le había servido de cobijo por toda la tormentosa noche.

 

Al pisar el exterior, la pureza del aire que inundó sus pulmones la hizo alzar la cabeza, sonriente. Impolutas e inmensas zonas de nieve virgen decoraban la vista aquí y allá, en los innumerables picos montañosos que la zona presentaba. 

Pero la torpeza de Verónica estaba a la altura de su optimismo. De modo que, trastabillando con la alfombra de la entrada del cobertizo, su mentón terminó por aterrizar en el blanco manto que custodiaba la entrada a la cabaña.

Lo primero que pensó es en lanzar una maldición al aire.

Sin embargo, con la boca llena de nieve, prefirió lanzar una corta carcajada. Al menos la nieve estaba mullida tras tanto caer.

 

¿Te has hecho daño?

 

La voz varonil agarró por sorpresa a Verónica, que, alzando la vista, se encontró con una mano enguantada abierta frente a ella. Sin dudar, trató de agarrarse aceptando la ayuda. 

Pero volvió a comerse un puñado de nieve.

—¡Oh, vamos, maldita sea! Vaya tela. Éramos pocos y alucinó la abuela.

Reía la chica su propia gracia cuando, tras levantarse y sacudirse, cayó en la cuenta de que su mano no se encontraba vacía. Una nota había quedado atrapada en su intento de agarre. Era una pequeña tarjeta de visita.

 


 

 

UNA EXPERIENCIA SIN MAMÁ

 


Me siento perdida. Aunque, al mismo tiempo, mi brújula nunca ha estado más afinada.

Sé que prometí a todos que me mantendría y sería fuerte. 

Pero... ¿Me lo prometí a mí misma?

 

Mamá ya se ha ido. Se que de algún modo no anda lejos, pero que mi teléfono se mantenga en silencio solo representa la punta del iceberg de mi aflicción.

Triste, sí. Algo así debe ser.

Aunque mi nuevo empleo me requiere al doscientos por cien. Mis estudios no van a seguir perdonándome por mucho tiempo. Y mi novio... Bueno, si es que puedo llamarle así, resumiendo.

 

Unas cosas se van para que otras lleguen.

Hay que ver cuánto me ha ayudado esa psicóloga privada en tan poco tiempo.

Normalmente ya estaría perdida en alguno de los torbellinos de los riachuelos de mi mente. Dando vueltas y vueltas, como una tonta...


 

                                                         --------------------------------



 

 

Poco le costó a Verónica dar con la dirección que ponía en la tarjeta que su alucinación le había proporcionado. Pertenecía a un conocido barrio de su ciudad. El que esta hubiese aparecido, como por arte de magia, tras caminar y caminar por el laberinto helado de regreso, no preocupaba demasiado a la joven.

Lo que sí le preocupaba, ahora que había encontrado un momento de paz y su café con leche dejaba de humear en su afán por ser bebible, era la incómoda presencia de Gregorio.

Pretendiente suyo desde hacía demasiado, en esa fría mañana que rozaba el mediodía, el chaval parecía colocado de algo. Aquello no tenía por qué ser noticia, pero algo en su penetrante mirada hacía sentir a Verónica violada en su intimidad.

Intimidad que, por otra parte, tenía abierta de par en par en la mesa donde había estado escribiendo desde que entró en aquel bar.

Cerró la libreta de golpe, tratando de retar con la mirada a Gregorio.

—¿Puedo sentarme o qué? — Dejó ir el chico, despreocupado. Tenía buen físico. Muy bueno la verdad. Pero su cabeza estaba, si no hueca, llena de algún tipo de mierda.

Cuando Verónica iba a transformar un primer ademán en una clara negativa, aquel tipo ya había tomado asiento y gritaba por cerveza al camarero.

—¿Qué pasa contigo? ¿Un café? ¡Pero si son las doce!

Estaba Gregorio por pedir ronda doble cuando Verónica gritó con todas sus fuerzas.

—¡¡No!!

Sorprendido, el recién llegado miró a su alrededor en primer lugar, claramente avergonzado.

Luego, casi engulló su ira contenida al tragar saliva.

Finalmente, fingiendo recomponerse, inició un discurso claramente cargado de veneno, a juzgar por la pérfida expresión que adoptó su entrecerrada mirada.

—Ya no eres la misma, Vero. En mal momento la palmó la loca de... 

 

El brutal bofetón hizo desaparecer muchas cosas.

Primero, a un Gregorio que, sangrando, se apresuró a salir de allí.

Segundo, a una clientela en la que Verónica, en verdad, ni siquiera había reparado.

Tercero, y por último, la distancia que la separaba de la barra, en la cual se halló sentada frente a un camarero obeso que silbaba distraído una conocida melodía.

En seguida el responsable del lugar reparó en su interés.

—¿La conoce usted? La canción, digo. — Una carcajada fue creciendo desde el interior del simpático sujeto.

—Un buen amigo se encarga de tenerme al día del panorama de rock independiente. — Verónica dijo aquello con orgullo. También sonriente, pues ese cabronazo de Víctor bien merecía una novela de lo raro que era. O varias.

—Un gran amigo, pues. ¿Se encuentra mejor, señorita? Parece que haya recorrido un largo camino.

—Estoy bastante agotada, la verdad. — Tal como Verónica respondió, un longevo bostezo fue naciendo de su interior hasta obligarla a taparse la boca mientras lo sacaba.

 

Mientras el camarero, que resultó llamarse Experiencia, llenaba de nuevo su taza de aquel delicioso café, Verónica se preguntó por qué no había encontrado antes ese lugar.

La taberna, como la llamaba continuamente el camarero regordete, parecía el sitio adecuado para sanar y ponerse en orden. Para distender y conocer. 

Era todo lo que necesitaba justo en ese momento.


FIN


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sábado, 25 de junio de 2022

Tercera Experiencia Bipolar Sin Alcohol (Parte III)


 

Parte III




Primer mes conseguido.

Más de treinta batallas por el control del primer eslabón. Un peldaño inicial por el cual poder ascender hasta construir una nueva realidad.

 

A vista de persona plenamente funcional, es posible que ese hito sea más bien discreto. Que, el que yo venga a hablar del puñado de días duros, del coqueteo con el tirar la toalla, se antoje algo cercano a generar vergüenza ajena.

Sin embargo, muchas de las luchas individuales en esta vida se pelean lejos, muy lejos, de los prismas “oficiales”. Así pues, tengamos a bien contemplar otros puntos de vista.

A ojos de una persona que me conozca o esté al tanto de mi historia, el haber caminado con paso firme este sendero mensual arroja nada menos que la posibilidad de vencer ahí donde mis yos pasados fueron abatidos.

Bajo la vista de alguien con problemas de salud mental, el que la victoria consista en abandonar un bastón largo tiempo primordial es, cuanto menos, valiente.

Finalmente, un adicto a cualquier tóxico afirmaría, con los ojos cerrados, que no pierda ni un segundo en mirar atrás. Que ahí delante aguarda la verdadera felicidad.

 

¿Qué nos queda como cóctel?

 

Uno de lo más saludable.

Por un lado, nos estamos bebiendo el ignorar las facetas más superficiales e hipócritas de la sociedad. Saborearemos enseguida las mieles de sabernos apoyados por quienes nos quieren bien. Finalmente, en nuestro paladar quedará el dulce regusto de la fe en nuestra valiente osadía.

Habría que estar loco de remate para preferir las, mínimo, noventa cervezas mensuales, a este refrescante verano que llega cuando el calor más aprieta.

Puedes leerlo, querido lector, de la forma que prefieras. Hago referencia tanto a la sensación como a sus consecuencias. Pues, si bien la entereza, el temple, la constancia y la coherencia de la sobriedad quedan fuera de toda duda, también lo hacen las circunstancias que habrán de rodearnos a lo largo y ancho de nuestra conquista. Porque de eso se trata. De liberar de las garras del tirano que llevamos dentro a aquellos reinos que aún queden en pie.

 








No recomiendo hacer otra lectura de esta empresa.

La adicción es una herencia individual que nos señala despiadadamente. Por eso es tan esencial motivarnos al sabernos solos y resulta primordial no subirse por las ramas de los frondosos bosques de las excusas. Y me da igual que tu pariente lleve dentro al mismo diablo. Que tus amigos consuman tanto que tu caso sea el de un angelito o que los golpes de la vida se hayan concatenado certeros y severos.

Si detectas el problema, la notaría te ha señalado heredero legítimo del montón de mierda.

 

No nos equivoquemos, en el camino sí que hay cosas buenas. La vida en la que se sitúa es así. Momentos valiosos, instantes de oro puro... Claro que sí, ahí van a estar. Con la trampa traicionera de resultarnos sosos y descafeinados.

Un primer mes de abstinencia es tan crucial en cuanto supone la posibilidad de. Nada más.

Cuando se cruzan las puertas de este agridulce aniversario, uno ya ha dejado claro a propios, extraños y a sí mismo que la cosa va en serio. Que no estamos ante una decisión abrupta y de textura tan firme como la de la mantequilla deshecha.

Nuestro cuerpo habrá eliminado gran parte de lo que muy probablemente lo mantenía en jaque, pero ¿qué hay de la mente?

Entramos a partir de ahora en el País de las Maravillas.

Un lugar que, si bien de niños solíamos imaginar brillante en contenido y posibilidades, ya de adultos parece brindar sombras agazapadas en cada esquina. Sombras que, para el adicto, son contendoras de monstruos de muy diversa índole, pero voraz carácter.

El plano psicológico no solo es resistente al paso del tiempo y a las inclemencias de climas que amenacen novedad. No. La psique es capaz de operar con copias de seguridad que no dudará en restaurar al menor paso en falso. Esto significa que, como he señalado en anteriores ensayos, un paso en falso va a resetear por completo el titánico esfuerzo que hayamos llevado a cabo.

 

¿Merece la pena, pues, arriesgarse a perder tanto tiempo?

 

Esta pregunta es el perfecto ejemplo del juego de boomerang.

Uno puede lanzarla con todas sus fuerzas que, a mayor propulsión, más contundente será el regreso de la cuestión: ¿Han valido la pena tantos años de consumo?









En el juego de los puntos de vista perdemos la ventaja de estar solos. Pues estamos quebrados en nosotros mismos. Resulta obvio para cualquiera desde un plano temporal. Aunque, para un adicto, la cosa se pone más fea. Podría recordar, en cierto modo, a la sala de los espejos de las ferias ambulantes.

La mente es un territorio que hay que domar para descubrir su lado más amable.

Hay que ser cauto en su excavación, del mismo modo que uno debe mostrar idéntica cautela a la hora de dar rienda suelta.

De lo contrario nos exponemos a multiplicar en fuerza y número a nuestros propios demonios.

Sobra decir, llegados a este punto, que el consumo de un tóxico como el alcohol, ni ayuda en controlar la perforación del plano base, ni colabora en refrenar la conquista de los falsos cielos.

Es, podríamos decir, el elixir del mal para la faceta más simpática de nuestro cerebro.

 

Sé que me entiendes perfectamente, querido lector.

Que tu sonrisa al contemplar las ramificaciones de cuanto escribo y conjeturo, se erige sobre arrugas hechas de cicatrices. No hay caso de alcoholismo que no abrace la tragedia. Eso, en un mundo como el que nos ocupa y siendo la droga algo legal, abre el abanico hasta hacerlo saltar por los aires.

Como los sueños de tantos niños, víctimas inocentes de familiares directos.

Como el futuro de tantas parejas, trenes hacia vías con dinamita.

Como la tumba de tanto desdichado, solitario nido de cuervos.

 

Es cierto que he querido tirar la toalla.

Dos veces, para ser exactos.

Si tenemos en cuenta que en otras ocasiones mis intentos de abandonar se contaban a diario, podría decirse que hay una evolución en mi manera de pelear esta guerra.

Ni es tan agónica, ni tan desesperada, ni mucho menos tan desigualada como antaño.

Sé ubicar perfectamente mi depresión raíz. Sé que la estoy desnudando, poco a poco. Sé que lentamente tratará de apretar el nudo de la corbata de la desesperanza. Hasta que un lago se intuya entre la niebla que enturbiará mi vista. Hasta que un terrible grito se deje escuchar en la inmensidad de la lejanía...

Pero mientras eso no ocurra, seguiré caminando lleno de tinta y libre de alcohol.






Continuará...


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domingo, 19 de junio de 2022

Reseña de 'La cabaña: El oscuro laberinto de la psicosis' (Rocio Laverde)


 

RESEÑA

LA CABAÑA

El oscuro laberinto de la psicosis


por Rocio Laverde



INTRODUCCIÓN

 

 

Pensar en Rochi me sabe a lealtad en ambas direcciones.

Pensar en Rocio me hace sentir sabor a aventura literaria, a mil mundos por conocer vía su ágil pluma llena de vida. Y a otros tantos miles de emociones por saborear mediante su poesía llena de sentimiento.

Pensar en Rocio Laverde es como efectuar un inventario de cosas bonitas en la tienda de la creatividad. Ahí donde se ofrecen cálidas lecturas, participaciones dinámicas y elaboradas reseñas a cambio de esa moneda tan extraña, pero de gran valor: El cariño.

 

Aquí va una nueva muestra de ello.

Un nuevo capítulo a la bonita historia de dos viajeros unidos por muchas causas y, ante todo, muy parecidas raíces.

 

Gracias, Rochi.

 


 

 

RESEÑA

 


 

Hablar de la bipolaridad para mí es muy respetable, me parece un tema duro y me duele mucho. Pero en este libro Víctor me mostró algo muy bonito, como es ese proceso desde niño, adolecente, hombre y viejo.

 

Cómo es difícil para su entorno entenderlo, pues en este proceso la persona primero no lo entiende, luego no lo acepta rebelándose y después quiere comprender y buscar esa ayuda que le dará paz... 

Después ya llega la tranquilidad y la aceptación de convivir con esta enfermedad y hacerla parte de su vida y por qué no... Llegar a dominarla y dirigirla por buenos caminos.

 

Es una exploración de la mente en una forma maravillosa. Yo había leído otro tipo de escritos de Víctor, pero este me mostró su madurez, su aceptación y su bello corazón que lo lleva a ser una persona maravillosa, que vivió etapas difíciles y se equivocó mucho, pero también aprendió. 

Consiguió tener esa persona que camina con él y lo ayuda a domar ese monstruo, que era muy grande pero ya ha empequeñecido.

 

Mis respetos totales para Víctor y mi admiración pues escribir todo lo que ha vivido en una forma dónde representa cada etapa con sus altibajos y aprendizajes, y los une en un gran final. Es algo maravilloso.

 

Me gustó mucho esta introspección a su interior, pues nos enseña de algo que sigue siendo una incógnita. Pero está presente en muchas vidas.

 

Muchas gracias, amigo... ¡¡¡Eres un crack!!!



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El cuento | Tercer especial para la LC de 'La Cabaña' 2022

 



ESPECIAL LC 2022

LA CABAÑA

El oscuro laberinto de la psicosis



Introducción


Superado el tercer tramo de la lectura conjunta de ‘La cabaña’ organizada por Arkana.

 

Con el debate de la mañana en la memoria y una especie de hoguera en mi interior, no puedo sino sonreír al recordar los diferentes momentos que los participantes están brindando. Minuciosos, cariñosos, solemnes... ¡Hasta divertidos! En todo lo que llevamos de actividad, así como en esta semana en particular, está habiendo espacio para multitud de enfoques sobre una trama, ya de por sí, cambiante y laberíntica.

 

Está claro que al ejército de sombras que acompaña en este libro a la muy presente psicosis le van saliendo ya algunas luces. No es que sean faros en el océano embravecido al que la lectura arroja, pero sí parecen querer adoptar la tenue luz de un farolillo perdido en algún lugar.

Para llegar a tocarla, hace falta remar un poco más. 

Nadar con lo que nos quede, si es necesario.

 

Me hace muy feliz ver la ilusión y el hype con el que los lectores de la LC se preparan para encarar el cuarto y último tramo que, la semana que viene, les deparará el final de esta historia.

Sin embargo, aún estamos a mitad de debate.

Se han portado tan bien que, para el premio de esta semana, Anciano Noel lo ha dado todo para satisfacer sus mentes en ebullición.

 

El tercer premio va para ellos con todo mi cariño.

‘El cuento’ sigue con la historia breve que tejieron en semanas anteriores ‘La visita’ y ‘El banquete’.




El cuento


La cena estuvo, en efecto, de rechupete.

Verónica no tuvo demasiados problemas a la hora de acabarse su porción de estofado. 

Ahora que los invitados habían partido, la sobremesa parecía que iba a gestarse, nuevamente, frente al calor de la hoguera. Allí estaban, en sus respectivos sillones, el viejo y la joven, contemplando el flujo de las llamaradas y escuchando su generoso crepitar.

 

—¿Dónde estaba Luto?

 

La chica no supo bien en qué punto se originó la pregunta que lanzó al aire. Pero, por la leve carcajada que manó de su anfitrión, tuvo claro que él sí.

—Créeme que no eres la primera ni la última que va a formular esa cuestión. — Mientras aseveraba aquello, el viejo terminó de preparar una pipa que, pronto, lanzaba esporádicas humaredas que iban a unirse a las de la gran chimenea.

Cuando el rostro del hombre mayor se ensombreció, y su ceño pareció fruncirse en una clara muestra de concentración, este ya se encontraba en plena argumentación.

—No creo que haya que preguntarse por la naturaleza de Luto. Alguien tan esquivo, solitario y sombrío, suele estar aquí y allá, perdido en los bosques más que integrando cualquier tipo de civilización. Pregúntate, querida, por sus cercanos.

—No sé si alguien así tendrá muchos amigos... — Respondió Verónica casi por acto reflejo.

La carcajada del viejo sonó entonces mucho más sonora y longeva que la anterior.

—¿Crees que los cercanos a alguien son sus amigos? Tiene sentido. Para muchos es así. La versión oficial es así.

El viejo dejó entonces que transcurriese un lapso de silencio.

Solo cuando la información pareció fruncir también el ceño de su invitada, prosiguió.

—Los amigos de Luto que suelen precederle son Desamparo y Desolación. Siempre le acompañan Pánico y Ansiedad. Todos ellos, con sus negros ropajes y sus caballos... Menuda pandilla. Por aquí se hace llamar Los jinetes.

 

Como el martillo gigantesco de un juez invisible, un trueno golpeó entonces con tanta fuerza las inmediaciones de la cabaña, que Verónica no pudo más que estremecerse.

—¡Vaya! Parece que alguien va a tener que pasar la noche aquí. 

Algo hubo en las palabras del viejo que acorralaron el ánimo de la joven. Se sintió, más que invadida, conquistada. Como si jugase una partida de ajedrez con alguien ya sabedor de su victoria. De modo que reaccionó como siempre que se sentía acorralada: Retando con chulería.

—¿Crees que me da miedo la lluvia?

—Creo que te dan miedo demasiadas cosas.

 

Verónica se levantó como un huracán.

No solo por lo que había escuchado, sino también por el modo en qué lo había hecho. Una cosa es que alguien te espete una grosería en la cara. Otra, muy diferente, es que esa voz se cuele en tu cabeza y resuene como un eco hasta penetrar en cada rincón de tu mente.

Cuando la joven alzó el dedo en dirección al sillón del viejo, quedó perpleja al encontrarlo vacío.

Se giró, a lado y lado, solo para confirmar su soledad.

Tan solo un elemento había cambiado en ese misterioso lapso.

Una vela.

Estaba recién encendida en la mesita. Su luz, tenue, iluminaba un papel escrito con mimo. Acercándose, Verónica descubrió que incluso la tinta estaba fresca.

Cuando se vino a dar cuenta ya había tomado asiento y leía con atención.


La madre de todas las tormentas

 

 

Llueve.

Otra vez esa fina lluvia que no ha parado de caer desde que ella se fue.

No es que seas una persona que sienta especial predilección por una climatología en particular, pero sí te gusta que el día pase tranquilo. 

Nada de viento, nada de sol aplastante... Nada de tormentas.

Sonríes a tu puta suerte, en cuanto, últimamente, los vientos se han tornado huracanes para ti.

Lanzas una carcajada privada a tu maldita fortuna, pues sientes como, en ocasiones, la vida abrasa con eso que llaman, equívocamente, su sol de justicia.

Aunque, bajo el manto cada vez más oscuro de nubes bajas, prefieres guardar un silencio fúnebre.

 

Dicen que Dios está en la lluvia.

¿También lo estarán aquellos que se fueron?

Te lo preguntas, una y otra vez, mientras tratas de desplegar el paraguas bajo la protección de un portal. Y no es un portal cualquiera. Pertenece a la entrada del cementerio. Ese que visitas cada domingo, religiosamente, como si de un clavo ardiendo se tratase.

Una fuerte ráfaga de viento golpea la tela del paraguas hasta casi arrancártelo de las manos.

El recepcionista de las instalaciones te ofrece su ayuda, que declinas con premeditada educación. Pues así eres ahora: Roca sobre trémulo. Nadie, salvo Dios, puede percatarse del desamparo que sientes. De la desnudez y la vulnerabilidad.

 

Para cuando el nudo aparece en tu garganta, te descubres golpeando con fuerza creciente el jodido paraguas. Está atascado. Aunque finalmente, de un golpe seco, este se abre. Resoplas y emprendes el camino de regreso a casa.

Dicen que Dios está en la lluvia, ¡Ja!

Si Dios estuviese ahí, no creo que dejase los coches hechos una mugre harapienta tras su discreto paso.

No creo que dejase hijos destrozados y al borde del colapso por preguntas sin resolver.

 

El primer trueno del que te percatas no es precisamente el eco de un fenómeno lejano.

Suena sobre ti.

La carga eléctrica es tal que un relámpago parece detonar contra el asfalto que pisas, apenas unos metros más allá. Eso hace que te agaches instintivamente, lo que, en combinación con una nueva racha de fuerte viento, logra que tu paraguas salga propulsado. Alzas la vista y lo ves, surcando los cielos en dirección a ninguna parte, cuando de repente la lluvia arrecia. Te empapa en cuestión de segundos. Y cala, hay que ver de qué forma cala.

 

Has caminado lo suficiente como para encontrarte donde estás, en tierra de nadie.

Ojalá esta afirmación se refiriese al descampado cercano al cementerio. 

Sin embargo, ciertas metáforas atesoran malicia detectivesca y afán de dar caza.

Vas a romperte cuando sientes como el frío da paso a algo más cálido y cercano. Una sensación que se presenta térmica, pero parece vestida con telas del pasado.

Entonces el parabrisas de un coche te devuelve tu propio reflejo.

Ahí estás, abrazándote a ti mismo, con el cabello empapado y un rostro pálido asomando de él. Pero si de algo estás seguro, es de que no te resulta una estampa solitaria. Hay alguien más ahí. Alguien a quien la obstinada realidad mantiene oculto, pero cuya cercanía es detectada por tu interior de forma natural.

 

¿Mamá? 

No lo dices. Solo un hilo de pensamiento toca esa nota, bajo el concierto de truenos que parece querer sepultarte junto a su recuerdo.

No obstante, la lluvia sigue jugando a lo imposible.

La sientes tan agradable...

Como un abrazo.

 

Dios está en la lluvia. Puede ser. Una gota por cada persona amada que se ha ido.



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sábado, 18 de junio de 2022

Mis reseñas: 'Blacksad | Arctic Nation' (Juan Díaz Canales & Juanjo Guarnido)

 



BLACKSAD

Arctic Nation

por Juan Díaz Canales & Juanjo Guarnido


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RESEÑA


El volumen de Blacksad que nos ocupa, segundo de la serie, anuncia en su misma sinopsis que a va a efectuar una incursión en el racismo, la violencia y la venganza. Todo ello envuelto en dosis de intriga y misterio. 

Lo hace, y alcanza mediante ello todos y cada uno de los objetivos que se plantea.

 

Si, como quien redacta esta reseña, se siente una repulsión natural ante la chulería con la que a menudo se alzan en el mundo banderas racistas, el disfrute que paradójicamente nos brindará la sufrida tensión de esta novela gráfica será pleno.

Porque sí, esto va a ir, desde buen comienzo, de un grupo acomodado en su supuesta supremacía étnica. Un nutrido sector que controla la totalidad de un poblado donde los desfavorecidos son tratados como los extremistas de derecha suelen tratar a quién se sale del rebaño, sea por el motivo que sea.

Sin embargo, si afirmo que aquí estamos para disfrutar, es por la presencia en la trama de nuestro detective preferido: John Blacksad.

 

Al felino de negro pelaje, la situación le va a repercutir de varias formas.

Ira contenida, o no tanto.

Agudeza y premura a la hora de tratar de resolver un caso de desaparición.

Gasolina en vena, que a lo largo de la trama se va a ver prendida por múltiples cerillas.

Así pues, con la molesta omnipresencia de los grupos radicales en la historia, no serán pocas las ocasiones en que empaticemos con nuestro resuelto protagonista. Pues ahí donde muchos claudicaríamos, él parece hacer uso de sus siete vidas y su afilado instinto para perseverar. Lo que nos lleva a un avance plagado de suspense, al que de forma lenta pero constante, vamos cercándole el núcleo.

 

Arctic Nation es un ejercicio, en cuanto a guion, de exquisita ejecución.

Despliega un puzle de lo más interesante, con golpes de efecto tan contundentes como ingeniosos, mediante el uso de la receta ya ganadora en el anterior volumen con el que todo arranca: ‘Un lugar entre las sombras’. 

Lo que nos lleva al dibujo de esta obra.

Si ya en aquella ocasión quedé prendado con la técnica, escenarios y personajes, el que aquí se repita con idéntica brillantez, en un contexto diferente, solo es motivo de aplauso absoluto por mi parte.

Poco ducho como soy en la materia, el caso es que muchas son las veces en las que me detengo a admirar cada detalle de lo que me parece una labor tan titánica como minuciosa.

 

No puedo terminar sin resaltar que Arctic Nation es un trabajo de impecables acabados. Desde su edición como volumen individual de la serie, pasando por cada pequeño aspecto que habrá de conducirnos hasta la misma ilustración que se imprime en la contraportada.

Oscuro y violento, sí, pero de algún modo, rebosante de amor por este arte.

¿Se puede pedir más? 

Cuatro cosas voy a pedir. Y ya me están esperando, en forma de más aventuras detectivescas. Que sean muchas más.



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martes, 14 de junio de 2022

Tercera Experiencia Bipolar Sin Alcohol (Parte II)

 



Parte II



Día 20.

Aquí cada dígito que se mueve es importante.

Aunque tampoco es que deba resultar de vital importancia.

 

Dado que me encuentro escribiendo la tercera tentativa por dejar atrás un tóxico como el alcohol de forma exitosa, sería una estupidez no beber, valga la redundancia, de enseñanzas pasadas.

En este territorio, más que nunca, hay que equilibrar las cartas. Acontecimientos, emociones, sentimientos... Todo juntándose en una amalgama de la cual un simple detalle puede desencadenar avalancha. Un fenómeno fatal en una batalla que se renueva a cada salida de sol y se recrudece cuando menos lo esperas.

Hablar de equilibrar algo en concreto cuando el mapa general es un caos no supone un imposible. Al menos, no a medio plazo. Yo mismo me lo demostré en la primera serie de EBSA, cuando peleando contra todo pronóstico sumé la nada desdeñable cifra de 7 meses. El problema, el principal talón de Aquiles, fue desarrollándose, en silencio y a fuego lento, como una víbora. 

Se trataba del estado de total concentración en el que imbuí mi mente.

Ya se sabe que cuando se fuerza algo demasiadas veces el objeto tiende a romperse. Supongo que, en este caso, las circunstancias operan igual. Forzar la mente a ver la luz sí o sí, bajo amenaza de apagarla yéndose a dormir en caso contrario, tiene un hándicap tan grande como las sombras que genera y pone en juego. Si los claroscuros de una lucha sin descanso son demasiado abruptos, el cansancio y el desgaste se verán acentuados.

Tan solo hará falta ese pequeño copo de nieve rebelde, ese ‘algo’ que suele colmar vasos, y la avalancha barrerá sin oposición cualquier intento de resistencia. 

El resto, como se dice, es historia. Una historia a la que nuestra mente regresará con solo UN trago. Una pequeña dosis y los circuitos neuronales se reconectarán a tiempos previos a tanto esfuerzo, sacrificio, dolor y lucha.










 

Por suerte, el mapa de mi vida aparece bastante más presentable en esta ocasión.

Las peripecias de mi yo loco de remate se fechan años atrás, incluso antes de la pandemia. Años en los que he intentado construir con mi mejor fe, aprendiendo a dejar a un lado la ira y la venganza, y bajando del caballo de la frustración mal tolerada. 

Con un equilibrio, al parecer, han llegado otros.

Porque no es que me esté esforzando en demasía en esta empresa. No, al menos, hasta puntos de presentar escritos que encojan el alma, ni atenacen el corazón, ni sobrecojan el interior. 

Es algo que resulta de gran valor, casi de vital importancia, para el proyecto de desintoxicación que me ocupa. Ni me rebozo en el lodo de mis miserias, ni sobrevuelo los cielos imaginarios a los que mi ansiolítico por excelencia me propulsa. ¿El resultado? Equilibro, querido lector, un término al que maldije por décadas y que ahora parece brillar como un diamante en bruto.

Aunque, como a todo diamante en ese estado, hay que pulirlo hasta incluso mutar su forma.

En los últimos años no solo he dejado atrás a personas que consideraba esenciales en mi vida, sino que también he visto caer, o he derribado, auténticos pilares de esta.

Algunas lágrimas y mil pesadillas después... ¿Sabes qué?, ni ha llegado el apocalipsis ni la noche se ha hecho eterna. El sol sale exactamente igual, aunque esta vez, lo hace para mí y mis seres queridos. Un grupo de personas a las que no les tiembla el pulso a la hora de aconsejar o corregir, pero que al menos no se alimentan de mi energía, recursos y ánimo con fines pérfidos o egoístas. 

 

Todo esto me sirve para lanzar un aviso a navegantes. 

A modo de boya de advertencia, me basta con afirmar que nunca existirá el momento perfecto, ni para dejar un tóxico, ni para nada en particular. La vida, si uno no es un ermitaño tan solitario que ni siquiera la fauna o la flora le afecte, está compuesta de altibajos subidos al columpio de nuestro entorno, en el parque de atracciones de la sociedad.

A modo de faro, no obstante, puede encender la luz guía que te ahora mismo te encuentras leyendo por segunda vez.

Porque si un maníaco depresivo rozando los cuarenta puede plantearse, y con buenas sensaciones, el dejar lo que ha sido el bastón en su camino... Entonces no veo límites en esta empresa para nadie en concreto.









Aunque también es cierto que yo venía aquí hoy a romantizar. 

Visualicemos esa copa helada.

Enfoquemos la botella de cerveza.

Cómo caen las gotas mientras tragas saliva imaginando esos preciados instantes de echar los primeros tragos. Cómo tu mente se asienta, relajada y sosegada, en un mar calmo que las pastillas médicas tan solo logran picar. Adrenalina y optimismo entrechocando su oleaje, contigo en medio, agarrado a la copa. Subido a la tabla de surf.

¿Qué diría un psicólogo a un paciente atado a algo extinto?

Que el luto va a ser necesario si se quiere pasar página. 

Y el luto, como la adicción, como la estabilidad... Es labor diaria, de cocción lenta y resultados a largo plazo. No apto para aquellos que buscan cualquier tipo de enajenación del mal que les corroe. Porque si en fase de luto te torturas visualizando y sintiendo lo que más anhelas, te estás colocando en la mismita esquina del ring. Carnaza para el rival. La avalancha que se cierne sobre ti.

 

También acudía al teclado y la página en blanco en busca de algo de compañía. Como la tuya, querido lector, pues una vez más, de algún modo, te siento junto a mí mientras tus ojos navegan por este montón de líneas.

La banda sonora del Código DaVinci fluye poderosa a través del altavoz que me hace las veces de escudero en esta nublada y calurosa tarde de martes. Mi cabello aún gotea por la ducha reciente y siento algo así como crecientes buenas vibraciones a cada tecla que voy pulsando.

Parece que hemos resistido un día más. 

Una jornada difícil que ha coronado una batalla tan invisible como colosal en el día anterior.

 

Es bueno que los grises se vayan encontrando con manchurrones y garabatos. 

Así no se nos olvida que nuestro enemigo mora en un lago sumido entre espesa niebla.

Así recordamos el reflejo de sus ojos, la intensidad de una mirada clavada en nuestras entrañas y que, de algún modo, ruge desde nosotros mismos.

Esa anaconda gigante debe morir. Pero para que pueda pasar el luto de algo tan ambicioso... Aún queda mucho camino por recorrer.

 

Espero que sea a tu lado, una vez más, mi querido lector.





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