miércoles, 22 de marzo de 2023

Leyendas de Animalia | Construyendo el mundo

 




La construcción de un mundo literario tiene algo en común sea cual sea el género que se vaya a frecuentar: La aventura.

Ya desde el tierno comienzo en el que el escritor ubica su mente en un nuevo lugar, algo muy mágico acontece. Sí, pronto el calzado de variopintos personajes no solo pisará esas tierras, sino que probablemente ya serán más suyas que del autor. Podrán pasar trazos de ilustrador, mil líneas de trama y múltiples diálogos, pero habrá algo de inmutable naturaleza en todo ello. El mundo, cada pequeña parte de él, dispondrá de su propia autonomía. Pues si bien la acción podrá conducir al lector por las sendas que deba surcar, los diferentes parajes van a seguir ahí, y no precisamente aguardando o suspirando por un regreso de los focos creativos.

 

Leyendas de Animalia toma arranque en Villa Bigotes, unas tierras que habrán de valernos de perfecto ejemplo para lo que tratamos de exponer.

Calles tranquilas con tierra por pavimento y marcada tendencia al reposo de mente, cuerpo y alma. 

Ese es el origen.

Un chasquido cuya naturaleza hay que repartir entre lo neuronal y lo etéreo. El trabajo del artista moldeado por las musas. El barro de un molde infinito que, en un momento dado, tiene a bien entregarnos una pequeña porción para que intentemos crear.

 

Es así como conocemos Villa Bigotes Largos y Villa Bigotes Mojados.

Aunque si bien nuestra cabeza puede volar como si de un águila mecánica se tratase, aunque sus alas puedan ir propulsadas por altas velocidades en campos como la concepción o visualización de escenarios, no estaríamos hablando de aventura alguna si no pudiésemos darnos el capricho de recorrerlo todo a pie.

Cuando pienso en Animalia siento como si un soplo de aire fresco ventilase muchos de los rincones que antaño lucían bastante más oscuros en mi cabeza. Y es que el mero sendero que separa Villa Bigotes de su bosque adyacente ya me regala el sonido de una cascada cercana, acelerándome el pulso mientras recorto la distancia a los amplios páramos que conectan con Villa Bigotes Largos. Ahí el viento sopla fuerte. Navega limpio y surca el ambiente con, nunca mejor dicho, aires de novedad.

Como si el propio mundo no solo cobrase vida a cada paso mental que lo recorre, sino que saludase a cada lector cual mar hablando abiertamente con aquel que lo contempla.

 

La creación es un campo que puede estudiarse desde multitud de prismas.

Sin entrar en demasiada profundidad de análisis, no cabe duda de que el más venerado es el que equipara al hombre con su creador.

Hay algo de místico en fraguar mundos literarios. Mucho de alquímico.

Piezas de todos los tamaños y constituciones, pasadas por la batidora de un cerebro que, a su vez, puede haber sido gestado de igual modo que la concepción de dicho puzle.

Parece una danza, un ecosistema en el que las hormigas humanas gozan de tal autonomía como para poder lanzarse a emular a sus padres, entregando nuevo material a sus hijos. Tanto literal como metafóricamente, cada escenario que creemos podrá descomponerse en nuevas partes de otros todos... Aunque gocen de buen comienzo de una identidad real, fuerte y sólida.

 

La aventura de dibujar nuevas realidades donde solo hay lienzos de invisible blanco la llevamos a cabo cada noche, simplemente con cerrar los ojos. Esos esquíes soñadores que se deslizan por las pistas de nuestros anhelos más sinceros antes de que durmamos, no son más que la prueba fehaciente de que, sea cual sea el género que peine puntualmente nuestra vida, siempre nos quedará el goce del tacto del pincel con el que hemos nacido.










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miércoles, 15 de marzo de 2023

Mis reseñas: 'La melancólica muerte de Chico Ostra' (Tim Burton)

 



LA MELANCÓLICA MUERTE DE CHICO OSTRA

por Tim Burton


Cada uno tenemos un hogar al que desearíamos regresar.

Por muy luminoso que sea lo que nos sonría, es inevitable con el paso de los años experimentar el peso de la pérdida y el sabor amargo de la melancolía.

Sin embargo, curiosamente, en ocasiones esos lugares que llamamos hogar adoptan formas de lo más extrañas o, cuanto menos, peculiares.

 

Es el caso del universo de Tim Burton.

Una mente que podría juzgarse como turbia, grisácea e incluso siniestra, pero que para mí representa un manantial de la más carismática ternura.

 

 

La mente de este genio viviente,

Atrapa y encandila.

Te seduce con hermosos garabatos,

Eres su espectador de primera fila.

 

 

‘La melancólica muerte de chico ostra’ supone un viaje por las alocadas neuronas de su autor. No digo por su alma o su corazón, pues a buen seguro la primera esté hecha de chicle de fresa y lo segundo sea un transistor trucado. Además, el chicle probablemente esté pisoteado y el transistor encargado de palpitar, averiado.

 

Así podría seguir, horas y horas.

Como, estoy seguro, que tantos y tantos individuos hemos hecho a lo largo de la dilatada obra de Tim Burton y de este libro en concreto.

Tiene años su Chico Ostra, pero envejece de la mejor manera. Es curioso que el trazo del autor tratando de engullir un largo futuro para su criatura haya logrado precisamente lo contrario.

 

Supongo que es lo que tiene mimar con cariño la inspiración. Regar de buen hacer aquello que tengan a bien soplarnos las musas. Vientos que suelen ser bien dispares según quien los perciba, y que en el caso que nos ocupa, llevaron al autor a un mundo sin igual.

 

Nos esperan en esta cuidada edición por parte de Anagrama un magnífico puñado de historias. Semillas con vistas a grandes tramas, así como tramas apasionantes que pasan a morar nuestros corazones como pequeñas joyas de la mejor sátira.

Sí, algunos de nosotros sí tenemos corazón. Y doy gracias de que artistas como el que nos ocupa tengan a bien clavarnos de vez en cuando un buen vudú.



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Mis reseñas: 'Piel de Asno' (Cécile Roumiguière & Alessandra Maria)

 




PIEL DE ASNO

por Cécile Roumiguière & Alessandra Maria



Acabo de cerrar un volumen de espectacular acabado. Una lujosa edición que, en el momento inaugural, me tenía sumido en la duda de si su contenido iba a estar a la altura. De si mis expectativas se verían colmadas ahora que me había decidido a aventurarme en su historia.

Pues bien, tras la lectura de Piel de Asno, no me cabe duda de que he vivido un viaje de igual mimo a la delicada belleza de todas y cada una de sus ilustraciones.

 

Si este libro fuese un barco, el lapso de tres años que ha tardado en llegar a mis costas tiene su propia historia. Capitaneado por la escritora Cécile Roumiguière, construido por la ilustradora Alessandra Maria y enarbolando con orgullo la bandera del ahora comandante Benjamin Lacombe, la llegada de este navío no hace sino que sellar mis labios, obligándome a entrar en, más que un análisis, la contemplación de su recuerdo.

 

Muchos cuentos, tras la travesía que conlleva su gesta, vienen cargados tanto de luz como de oscuridad. Luces y sombras que, en ocasiones, juegan con los elementos más evidentes en busca de la transgresión descarada de la moral y la ética de los lectores. A menudo, la luz es tan bella como delicada y efímera, mientras que la oscuridad mora en profundidades dantescas mientras teje el origen y apogeo de su maldad.

 

En Piel de Asno no ocurre así.

Mediante una trama sobradamente humana, la obra mece su esencia en unas aguas inmortales. Fácilmente reconocibles de forma atemporal, y con una brutal capacidad de volatilizar la paz de cualquier lector deseoso de, a priori, vivir un viaje tranquilo.

 

Ojo, aquí vamos a encontrar paz a raudales.

Belleza y luz. Sutileza y aromas. Delicadeza y armonía.

Como danzando sobre un tímido oleaje, todo elemento luminoso del que podamos tener sed al contemplar este volumen terminará por saciar nuestros sentidos... Sin por ello perder de vista lo demás. 

 

Un resto que no significa ni relleno, ni complemento, ni contrapeso.

Aquí las sombras, como he mencionado antes, son las mismas que cualquiera de nosotros va a poder ver en su realidad o soñar en sus pesadillas. Demonios con la horrible forma de las peores bajezas humanas. Y, en medio de todo ello, como cosido en mareas submarinas... Magia a raudales.

 

Yo no sé si las reminiscencias a otras historias que sí conocía de antemano ha puesto su granito de arena en mi juicio. No sé si las corrientes de esta flamante edición de Edelvives me han conducido a leer impresionado las conclusiones que acompañan al libro.

Lo que sí sé es que los espejos no engañan.

Si me mirase a uno ahora mismo, con este nuevo barco literario atracado en el puerto de mi memoria, vería una sincera sonrisa ante un trabajo efectuado con mimo, pasión y perfeccionismo.





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