miércoles, 12 de octubre de 2022

Tercera Experiencia Bipolar Sin Alcohol (Parte V)

 




Mucho tiempo sin actualizar esta tercera experiencia.

Algo que podría deberse a una abstinencia un tanto contra las cuerdas o, como es el caso, una constante recaída tras otra con la brújula lejos del objetivo.

Querido lector, si no tiro la toalla al respecto es porque, de algún modo, sigo con la empresa entre ceja y ceja. Que Goliath me esté pisoteando, haciéndome comer el barro, no significa que no disponga de las estrategias, el ánimo y la energía para contraatacar con aplomo.

 

El transcurrido desde la última vez que nos leímos ha sido un lapso que, sin llegar a ser una era o una época en sí mismo, ha marcado un punto de inflexión en la hoja de ruta.

A una suertuda oportunidad laboral para mi pareja le ha seguido la locura de la mudanza exprés. Una locura realmente estresante, dura por momentos y cargada de inseguridades en otros. 

Aunque, para un maníaco depresivo de nivel top, no representa más que unas leves cosquillas para una mente que se ha acostumbrado a trabajar como un soldado.









Este va a ser el primer gran tema a tratar en profundidad en nuestro reencuentro.

Mucho se habla de la importancia de vivir el presente. De hallar felicidad en lo que disponemos actualmente.

La mente soldado es claramente un obstáculo insalvable para dicha empresa. Y no porque ubique el punto de mira en los horizontes del futuro, precisamente. 

Esta manera de actuar es, claramente, una forma de protección. Como si blindásemos nuestro navío, sabedores de nuestra especial situación de inferioridad ante un océano puntualmente embravecido.

 

Lo que nos lleva al segundo gran tema.

La naturaleza de la tormenta marina.

Seguramente, querido lector, estarás ducho en traslados y cambios de vida, si no de propia cosecha, sí a través de personas cercanas. Apuesto a que no terminas de entender dónde mora tanta complicación, tanto fatalismo y tantas sombras agazapadas.

Es aquí donde tengo que mostrarte, no sin cierta pena y gran pesar, la carta de la psicosis por manía.

Las pesadillas han ido in crescendo a medida que mi mente ha decidido prescindir de horas de sueño y hábitos saludables. Han crecido hasta el punto de confundir mi percepción del espacio tiempo mucho más allá de los abruptos despertares. 

No es plato de buen gusto ni algo que me plazca reconocer... Pero sí, el océano se me ha vuelto un tanto loco, muy agresivo y verdaderamente peligroso.









De vuelta al primer tema, tengo que decir que la mente soldado funciona muy bien en fases como esta. Tanto es así, que no solo me ha permitido no naufragar en los diferentes tempos que contemplan las mudanzas, sino que me hace llegar con fuerza a mi gran misión: La guerra eterna contra el alcohol.

Como siempre, la conciencia de que hay un problema gordo instaurado entre los pilares de mi vida, llega de forma casi sorpresiva. Casi.

Porque como vengo diciendo desde el arranque de este texto, no ha habido jornada desde el verano que se ha consumido en la que no haya estudiado un poco más al tremendo Goliath que tengo enfrente haciendo oscilar su garrote. 

 

A todas estas, el mar ha vuelto a mí.

O yo he regresado a él.

Tanto da.

 

¿Se puede ser más feliz?

Dudo mucho que eso pueda acontecer. Mi predisposición a la sonrisa ha crecido exponencialmente desde que escucho a mi eterno aliado susurrar mediante su oleaje todas y cada una de las madrugadas de esta nueva vida.

Con él, van de la mano salvajes zonas de acantilados, bellos amaneceres y crepúsculos, y hasta las nubes que decoran mi balcón parecen jugar a dibujarse de forma brillante.

 

Sí, me encuentro a lomos del caballo de la fase alta bipolar.

Aunque, al menos, esta vez le he colocado bien el sillín de la medicación.

El viento golpea frío y fuerte el rostro cuando surfeas la hipomanía hasta llegar al vuelo maníaco, pero lo cierto es que ayuda apagar los motores un buen rato cada día. Si eso no aconteciese, mucho me temo que mi destino sería, una vez más, la fatal colisión por altas velocidades.

 

Así las cosas, creo que puedo afirmar sin apenas margen de error que la realidad ha cambiado por completo. Ha dado un giro diametralmente opuesto a la vida de arenas movedizas contra la que tanto luchaba.

Ahora el quid de la cuestión radica en frenar, en reposar hasta el correcto aterrizaje.

Pues el horizonte ya no es una promesa difuminada en la niebla de las posibilidades. No, ahora el futuro está a mi lado abrazado al presente, jugueteando con las mil cosas que deseo hacer en esos paisajes paradisíacos que ya forman parte de mi nuevo hogar.









Solo una cosa me molesta en mis vistas privilegiadas.

Un pequeño detalle de proporciones tan inmensas que podrían llegar a eclipsarlo todo.

Goliath, ese maldito hijo de puta.

Hubo un tiempo que se disfrazaba de anaconda, ocultándose en depresivos lagos que tornaban imposible la empresa de darle caza.

Pero, ay ahora... Ahora que el fuego ruge de nuevo en mi corazón y prende la antorcha con la que ilumino mi destino, la forma de mi enemigo se antoja incluso conveniente. Es tan grande el problema de la adicción, es tan bruta su compaginación con mis rutinas... Que esta vez no voy a intentar ni huir, ni excusar. 

 

Voy a pasar al ataque, en una lucha diaria que, aunque de nuevo sitúa el contador a cero, sé que tiene tintes de gran final a una odisea que ya ha durado demasiado.

 

Espero me acompañes, querido lector, como siempre en verdad has hecho.





Continuará...


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Mis reseñas: 'Blacksad 4: El infierno, el silencio' (Juan Díaz Canales & Juanjo Guarnido)


 


BLACKSAD 4

El infierno, el silencio

por Juan Díaz Canales & Juanjo Guarnido


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RESEÑA


Caer en tópicos en terreno artístico puede resultar un arma de doble filo.

En un cómic, territorio del que entiendo menos de lo que me gustaría, supongo que el doble filo hace bailar sobre él a las partes literaria y gráfica. 

Los artífices de la obra pueden ser tildados de recursivos. De reiterar en una empresa cuyos tópicos igual se han establecido sobre el propio pasado de esta. O bien, pueden salir a hombros en una nueva iteración de genio, talento e inspiración.

 

Lo mismo vale a la hora de reseñar. 

Es por eso que a la hora de posar mis dedos en el teclado para reseñar este cuarto volumen de Blacksad, como si me tratase del mismísimo personaje apodado “Little Hand” sobre el que gira la trama, no he querido rememorar qué dije o desde dónde analicé las anteriores entregas.

 

La desaparición del pianista Sebastian “Little Hand” Fletcher nos sirve a los afortunados lectores para viajar al bullicioso, musical y claroscuro Nueva Orleans. Y digo afortunados con toda la intención de caer en el tópico y comenzar mi composición con la misma nota de siempre en cuanto a la obra de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido: Esto es para quitarse el sombrero.

 

El resto de la reseña podría centrarse en destripar un poco la trama aquí y allá, o en lanzarme a un análisis de la calidad narrativa de la historia, que sería la parte que me toca más de cerca. Sin embargo, debo reconocer que este tomo me ha sentado como un buen bourbon disfrutado ante las mieles de una actuación en directo. Afortunadamente, nadie ha puesto nada raro en él, lo que me habilita a dejarme llevar y tocar otras ramas sin miedo a peligrosas borracheras de juicio despiadado o resacas llenas de arrepentimiento por lo criticado.

 

Este tomo, titulado “El infierno, el silencio”, bien podría tener integrado un pequeño altavoz. Un humilde y mágico sistema que hiciese manar jazz mientras vamos pasando páginas y avanzando por una historia que, una vez más, se sienta ante el piano con el teclado plagado de tópicos... Para lograr componer una pieza única a partir de lo bueno aprendido y la mejor innovación. 

En un constante vaivén temporal, parece que la trama nos tambalea como mecidos por la corriente de un río de acontecimientos que se aceleran y retraen.

Un ejercicio que en ocasiones parece arriesgar hasta el punto de generar cierto vértigo en la lectura, pero tan elegante que en ningún momento se llega a dudar de que concluya bien resuelto. Y eso, en esta serie de comics, ni quiere decir final feliz, ni implica que no vayamos a tocar aspectos tan sucios como impresionantes son todas y cada una de las viñetas.

 

Lo han vuelto a hacer. Una cuarta joya para lo que empieza a ser un nutrido tesoro.

Si Blacksad fuese literalmente música, no me cabría duda alguna: El silencio sería un infierno.



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Mis reseñas: 'La vasija de Astarté' (Óscar Lozano Álvarez)



 

LA VASIJA DE ASTARTÉ

por Oscar Lozano Álvarez


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RESEÑA


Recuerdo haber disfrutado de lecturas cargadas de suspense y aventura tales como Cero Absoluto, El Reich de hielo u Odessa. Todas ellas jugando con un mismo y lamentable periodo histórico, cuyo análisis, en esta ocasión, no viene al caso.

Ahora lo que nos ocupa es, más bien, la estructura de esas novelas. Puzles que buscan el compendio de un amplio abanico de personajes, escenarios y diferentes tiempos en la narración. Enigmas que tratan de proteger con mimo la perla de un misterioso núcleo alrededor del cual enarbolar toda una historia.

 

Oscar Lozano Álvarez ha sido, continúa siendo y espero que siga siendo, un compañero de letras de lo más especial. Cuando lo conocí me pareció un excelente reseñador a lomos de una carga analista de bella factura.

Hoy en día, después de que no solo navegase por los mares de mi Saga Identidad sino que también viajase por los mundos de Leyendas de Animalia, no me ha sorprendido especialmente que se sacase de la chistera su primera incursión literaria novelizada. 

Junto a dos compañeros, no hace mucho que fraguaron un ejercicio de homenaje a la mencionada saga Identidad. Una labor que me dejó claro el potencial del que los tres integrantes disponen a la hora de narrar y transmitir.

Pero una cosa es disponer de navío y otra muy diferente lanzarse al mar.

Ahí hay normalmente un oleaje tramposo, tormentas imprevistas y miles de contratiempos de aleatoria aparición. Y, en la escritura de una novela como la que ha abordado Oscar, suelen aparecer todos esos factores.

 

¿Puedo lanzar la conclusión al juicio?

Desde ya puedo adelantarte, querido lector, que no vas a asistir a tal acto. Pues, en lugar, de calificar con mente fría lo que he experimentado al leer ‘La vasija de Atarté’, prefiero mil veces invitarte a entrar en el misterio por tu propio pie.

 

La Fiesta de la Cosecha va a tener lugar, en el siglo V a.C., una primavera en Vegas del Guadiana. Gerión, un joven que debe enfrentar la prueba que probará su madurez para su poblado, va a interaccionar con gran parte de él en una trama con generosas dosis de aventura y, cómo no, de un misterio que no va a quedar aislado de la trama global.

 

En la actualidad, la teniente Blasco partirá desde Madrid, junto a su buena amiga y compañera Daniela Ibañez y el subinspector Álvarez, en dirección al Yacimiento de Casas del Turuñuelo, ubicado en Badajoz. Será allí donde el autor dará fuerza a los fogones de su imaginación para sacar adelante una trama donde el suspense más vertiginoso dispondrá de gran protagonismo.

 

Apoyándose en situar el foco en variados puntos del puzle, esta novela prácticamente obliga a ser leída de una sentada. 

 

Como he dicho, no voy a emitir un juicio contundente. Pero sí puedo hablar del sabor que me deja. 

He comenzado esta reseña citando algunos ejemplos de novelas que me han rondado la cabeza mientras leía ‘La vasija de Astarté’. Y el paladeo de esta novela es tan parecido a todas ellas, que solo puedo felicitar enérgicamente a Oscar.

Estos libros que tanto saben a intriga y aventura parece que lleven por bandera la ilusión del autor. Si además van acompañados de una buena labor de documentación e investigación... Son, para mi gusto, unos caramelos irresistibles para madrugadas otoñales como la que me ha servido para disfrutar de esta primera incursión del autor en el terreno.

 

Le deseo lo mejor y espero que lleguen muchas más.




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Mis reseñas: 'Blacksad 3 | Alma roja' (Juan Díaz Canales & Juanjo Guarnido)


 


BLACKSAD 3

Alma roja

por Juan Díaz Canales & Juanjo Guarnido


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RESEÑA


¿Cómo una novela gráfica puede hacerte sentir como en casa?

 

A falta de otros tres volúmenes, mi camino por la serie Blacksad apenas ha recorrido tres tomos: ‘Un lugar entre las sombras’, ‘Arctic Nation’ y este que nos ocupa, ‘Alma roja’. Pues bien, en mi especie de retorno al hogar, Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido han preparado algo así como una velada privada. Una cena especial.

 

Solo así podría definir la experiencia visual y lectora que he experimentado. 

Cada viñeta es oro puro, cada diálogo una genialidad. Tanto da que nos encontremos en una paradisíaca playa privada, en el hogar de un pintor o ante el sonriente rostro de todo un gilipollas. Al final, uno anida en lo que más le cala y, en mi caso, bebo a raudales de la camaradería, los viejos aliados y el amor.

 

Un amor que en Blacksad se nos presenta con fuertes raíces ante circunstancias huracanadas.

Solo puedo afirmar de su presencia en ‘Alma roja’ que la preparación, cocción y (difícil) digestión de sus ingredientes a buen seguro lograrán quedar en la memoria de todo lector.

 

Aunque, como siempre, hay mucho más.

El escenario de esta entrega es, como reza el propio comic, de grandes palabras y grandes conflictos. La manera de enfocar la guerra fría en la que nos ubica resulta especial, porque adquiere formas de todo tipo menos las precisamente frías. A eso nos tiene ya acostumbrados nuestro felino detective, protagonista indiscutible una vez más, y de nuevo rodeado de personajes ultra carismáticos.

 

El que escriba estas líneas con cierta pena y el corazón en un puño me dice mucho acerca de cuanto me ha transmitido esta historia. Es como una de esas peleas en las que se inmiscuye John Blacksad casi a diario. ‘Alma roja’ vapulea tu mente con una trama que atrapa, impresiona tu vista con un arte espectacular y anida en tu interior un peso que solo con gran maestría podría concentrarse en un puñado de páginas.

 

La elegancia con la que los autores dejan que, sutilmente, el poso de su mensaje llegue al lector es merecedora de aplauso. No uno como el que podría llevarse un alocado lector de poesía rodeado de antorchas en una madrugada en la playa. 

 

Más bien, el aplauso silencioso de alguien que, totalmente satisfecho con la lectura acontecida, sonríe ante el consuelo de hallarse a mitad de camino. Como en la vida, el equipaje es pesado y puede doler, pero en cada nuevo tomo venidero brilla con fuerza la emoción de una nueva aventura y, cómo no, lo cálido del regreso al hogar.




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