sábado, 25 de junio de 2022

Tercera Experiencia Bipolar Sin Alcohol (Parte III)


 

Parte III




Primer mes conseguido.

Más de treinta batallas por el control del primer eslabón. Un peldaño inicial por el cual poder ascender hasta construir una nueva realidad.

 

A vista de persona plenamente funcional, es posible que ese hito sea más bien discreto. Que, el que yo venga a hablar del puñado de días duros, del coqueteo con el tirar la toalla, se antoje algo cercano a generar vergüenza ajena.

Sin embargo, muchas de las luchas individuales en esta vida se pelean lejos, muy lejos, de los prismas “oficiales”. Así pues, tengamos a bien contemplar otros puntos de vista.

A ojos de una persona que me conozca o esté al tanto de mi historia, el haber caminado con paso firme este sendero mensual arroja nada menos que la posibilidad de vencer ahí donde mis yos pasados fueron abatidos.

Bajo la vista de alguien con problemas de salud mental, el que la victoria consista en abandonar un bastón largo tiempo primordial es, cuanto menos, valiente.

Finalmente, un adicto a cualquier tóxico afirmaría, con los ojos cerrados, que no pierda ni un segundo en mirar atrás. Que ahí delante aguarda la verdadera felicidad.

 

¿Qué nos queda como cóctel?

 

Uno de lo más saludable.

Por un lado, nos estamos bebiendo el ignorar las facetas más superficiales e hipócritas de la sociedad. Saborearemos enseguida las mieles de sabernos apoyados por quienes nos quieren bien. Finalmente, en nuestro paladar quedará el dulce regusto de la fe en nuestra valiente osadía.

Habría que estar loco de remate para preferir las, mínimo, noventa cervezas mensuales, a este refrescante verano que llega cuando el calor más aprieta.

Puedes leerlo, querido lector, de la forma que prefieras. Hago referencia tanto a la sensación como a sus consecuencias. Pues, si bien la entereza, el temple, la constancia y la coherencia de la sobriedad quedan fuera de toda duda, también lo hacen las circunstancias que habrán de rodearnos a lo largo y ancho de nuestra conquista. Porque de eso se trata. De liberar de las garras del tirano que llevamos dentro a aquellos reinos que aún queden en pie.

 








No recomiendo hacer otra lectura de esta empresa.

La adicción es una herencia individual que nos señala despiadadamente. Por eso es tan esencial motivarnos al sabernos solos y resulta primordial no subirse por las ramas de los frondosos bosques de las excusas. Y me da igual que tu pariente lleve dentro al mismo diablo. Que tus amigos consuman tanto que tu caso sea el de un angelito o que los golpes de la vida se hayan concatenado certeros y severos.

Si detectas el problema, la notaría te ha señalado heredero legítimo del montón de mierda.

 

No nos equivoquemos, en el camino sí que hay cosas buenas. La vida en la que se sitúa es así. Momentos valiosos, instantes de oro puro... Claro que sí, ahí van a estar. Con la trampa traicionera de resultarnos sosos y descafeinados.

Un primer mes de abstinencia es tan crucial en cuanto supone la posibilidad de. Nada más.

Cuando se cruzan las puertas de este agridulce aniversario, uno ya ha dejado claro a propios, extraños y a sí mismo que la cosa va en serio. Que no estamos ante una decisión abrupta y de textura tan firme como la de la mantequilla deshecha.

Nuestro cuerpo habrá eliminado gran parte de lo que muy probablemente lo mantenía en jaque, pero ¿qué hay de la mente?

Entramos a partir de ahora en el País de las Maravillas.

Un lugar que, si bien de niños solíamos imaginar brillante en contenido y posibilidades, ya de adultos parece brindar sombras agazapadas en cada esquina. Sombras que, para el adicto, son contendoras de monstruos de muy diversa índole, pero voraz carácter.

El plano psicológico no solo es resistente al paso del tiempo y a las inclemencias de climas que amenacen novedad. No. La psique es capaz de operar con copias de seguridad que no dudará en restaurar al menor paso en falso. Esto significa que, como he señalado en anteriores ensayos, un paso en falso va a resetear por completo el titánico esfuerzo que hayamos llevado a cabo.

 

¿Merece la pena, pues, arriesgarse a perder tanto tiempo?

 

Esta pregunta es el perfecto ejemplo del juego de boomerang.

Uno puede lanzarla con todas sus fuerzas que, a mayor propulsión, más contundente será el regreso de la cuestión: ¿Han valido la pena tantos años de consumo?









En el juego de los puntos de vista perdemos la ventaja de estar solos. Pues estamos quebrados en nosotros mismos. Resulta obvio para cualquiera desde un plano temporal. Aunque, para un adicto, la cosa se pone más fea. Podría recordar, en cierto modo, a la sala de los espejos de las ferias ambulantes.

La mente es un territorio que hay que domar para descubrir su lado más amable.

Hay que ser cauto en su excavación, del mismo modo que uno debe mostrar idéntica cautela a la hora de dar rienda suelta.

De lo contrario nos exponemos a multiplicar en fuerza y número a nuestros propios demonios.

Sobra decir, llegados a este punto, que el consumo de un tóxico como el alcohol, ni ayuda en controlar la perforación del plano base, ni colabora en refrenar la conquista de los falsos cielos.

Es, podríamos decir, el elixir del mal para la faceta más simpática de nuestro cerebro.

 

Sé que me entiendes perfectamente, querido lector.

Que tu sonrisa al contemplar las ramificaciones de cuanto escribo y conjeturo, se erige sobre arrugas hechas de cicatrices. No hay caso de alcoholismo que no abrace la tragedia. Eso, en un mundo como el que nos ocupa y siendo la droga algo legal, abre el abanico hasta hacerlo saltar por los aires.

Como los sueños de tantos niños, víctimas inocentes de familiares directos.

Como el futuro de tantas parejas, trenes hacia vías con dinamita.

Como la tumba de tanto desdichado, solitario nido de cuervos.

 

Es cierto que he querido tirar la toalla.

Dos veces, para ser exactos.

Si tenemos en cuenta que en otras ocasiones mis intentos de abandonar se contaban a diario, podría decirse que hay una evolución en mi manera de pelear esta guerra.

Ni es tan agónica, ni tan desesperada, ni mucho menos tan desigualada como antaño.

Sé ubicar perfectamente mi depresión raíz. Sé que la estoy desnudando, poco a poco. Sé que lentamente tratará de apretar el nudo de la corbata de la desesperanza. Hasta que un lago se intuya entre la niebla que enturbiará mi vista. Hasta que un terrible grito se deje escuchar en la inmensidad de la lejanía...

Pero mientras eso no ocurra, seguiré caminando lleno de tinta y libre de alcohol.






Continuará...


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