lunes, 29 de marzo de 2021

Oda por la Estabilidad Bipolar (Parte XV)

 



Oda por la Estabilidad Bipolar


Parte XV

 

 

 

Está sonando Rulo y la contrabanda.

Me gusta, concretamente, es un tema que me transmite muchas cosas.

De hecho, más que transmitirme, me ayuda con gran naturalidad a proyectar mis sentimientos por Vlad Strange.

Esta parte va a estar totalmente centrada en la figura de mi pareja.

Pero también en el marco que contempló nuestros inicios.

 

Primero, te hablaré un poquito de ella, querido lector.

Todos hemos visto películas del calibre de Asesinos natos o Pulp Fiction. Películas de amores un poco gamberros y muy salvajes. Quizá totalmente gamberros y un poquito salvajes. El caso es que, recubierta con una coraza de buena niña, Vlad Strange esconde un mundo tan profundo como irresistible.

 

Tras una fase que nos mantuvo conectados entre México, de donde es ella, y Catalunya, Barcelona fue la ciudad que habría de contemplar un encuentro de auténticos fuegos artificiales.

Una ciudad espléndida, morada de mis mejores y más utópicos recuerdos.

Allí vivió, operó, luchó y murió quien una vez yo fui.

Un Víctor pre trastorno bipolar que apuntaba alto y disparaba certeramente.

Reencontrarme con el pequeño estudio que me vio convertirme en hombre fue una apuesta de lo más arriesgada.

Tal fue la cota depresiva de mi patología que por poco me barre del mapa.

Pero resistí, como quien cuenta los días de un calendario navideño, hasta que una adorable chica bajita apareció por la última terminal del aeropuerto del Prat.

Vestía un jersey amarillo y miraba al suelo con concentrada timidez.

Yo llevaba un dibujo hecho con el móvil de su rostro, enmarcado en madera.

Cuando la toqué por primera vez, fue para levantarle el mentón.

El beso que le di me supo a cotidiana y cálida rutina, a toda una vida juntos.

Luego ya emprendimos nuestra primera media hora de metro. Una línea naranja que confirmó todas mis sospechas: Esa chica me gustaba casi tanto como en la actualidad.

 

Exprimimos Barcelona.

El barrio de Les Corts en concreto.

Por momentos, incluso sentí a mi yo pasado revolverse en mi interior, como si mis mejores tiempos estuviesen encontrando una inesperada prórroga en el encuentro contra la vida.

Pocas veces he disfrutado tanto el tomarme algo con alguien a cualquier hora y lugar. La veía sonrojarse con mis bromas y las mariposas revoloteaban mi estómago.

Mi vida estaba en prácticamente un jaque mate al poco de que llegase. Pero como quien sabe que dispone de unos bidones de combustible aguardando su momento, en cierto modo sabía que las cosas terminarían por acabar más que bien.








 

Esta parte de Oda por la Estabilidad Bipolar viene a mostrarnos que sí, que en ocasiones, es más que necesario volar sin miedo ni control. Y eso hicimos.

Fueron tiempos de risas continuas, de felicidad crónica y optimismo tenaz, en un marco de dificultades como pocas se han visto.

 

Me hace feliz escribir estas líneas.

Se me escapa la sonrisa mientras Rulo repite una y otra vez ese tema tan fresco.

Debo confesar que he empezado a escribir hundido en el fango.

Sombras de mal aspecto y peor olor escalaban desde lo más hondo, asomando sus fauces en las esquinas de mi psique.

Pero, como cada día, el sol que se saca de la manga Vlad Strange no solo hace desaparecer la sombría naturaleza de lo que me acecha, sino que también ilumina con la fuerza de una luna llena.

El resultado es incontestable.

Estoy enamorado de esta pequeña chiquilla de pleno en la veintena.

 

No estoy de acuerdo con que la ceguera del amor queda atrás, dando paso a algo diferente. Desde que la vi bajar de su avión lo supe, supe que iba a tener la inmensa fortuna de saborear su compañía cada maldito día del resto de mi vida.


 

 

Por Halloween me compras flores,

Y dices que te acuerdas de mí,

Luego me das calabazas,

Por San Valentín.


 

 

Así reza parte del estribillo de la canción de Rulo.

Un truco, una exquisitez literaria con su punto gamberro, que me recuerda sobremanera la que estamos liando esta chica y yo.

Se trata de una inesperada primavera para una vida que se me estaba acabando.

Tan acostumbrado ya a la fría oscuridad invernal, oler de nuevo a flores y sentir de forma sana el latir de mi corazón es algo que ventila mi alma.

 

Es cierto que el trastorno bipolar acecha, escondido tras los rincones, para hacer del buen tiempo un huracán maníaco.

Pero no dejaré que esta vez empañe mi texto.

Porque es un texto dirigido al Cuernito, al amourshei, a mi señori.

Eso significa que debo ser consecuente al modo como la veo.

Como me quedo embobado cuando duerme, peinando su piel con mi mirada.

Como me quedo idiotizado cuando me acaricia, aunque a menudo me escurra.

Como me quedo muerto de risa por dentro, cuando hace sus payasadas.

 

No sé como acabará esta historia.

Uno nunca puede ni debe dar nada por sentado. Tampoco adelantarse a los acontecimientos.

De momento van dos años al lado suyo, escoltados por un cariñoso gato deforme y la gata que me tiene robado el corazón.

Una vez Vlad me dijo que la verdadera felicidad se encuentra en pequeños momentos de nuestra intimidad, cuando estamos todos juntos.

No puedo estar más de acuerdo.

 


 





 

 

Oda

 

Atraco de felicidad

 

 

Dame todo lo que tengas

Mundo cruel

Dámelo todo y déjame ir

Hacia un lugar mejor.

 

¿Ves esta pistola?

Es mi amor apuntando a tu sien

A la cabeza de un sistema manipulador.

 

Me lo voy a llevar todo.

Todas las risas y esa felicidad 

De la que presumes en tu mostrador.

Me lo voy a llevar todo.

Tú me habrás robado pasado y futuro,

Pero a mí me han robado el corazón.

 

¿Que cómo un robo puede darme tanto?

Pregúntate, mundo malvado,

Qué robaste tú.

Porque a mí me han robado mi tiempo,

Para tornarlo en algo mejor.

Me han robado mis sentimientos,

Para mimarlos donde tú machacaste.

 

¿Ves mi arma?

Es mi corazón francotirador

Me apunta al alma

Dispuesto a erradicar tu tristeza.






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