domingo, 28 de febrero de 2021

Oda por la Estabilidad Bipolar (Parte IX)

 



Oda por la Estabilidad Bipolar


Parte IX

 

 

 

Un coro acompaña a diferentes melodías de la exploración en Skyrim.

Esta música me sabe a periplo y a aventura. Y de eso tratará esta parte.

 

El camino vital de una persona está lleno de diferentes etapas enmarcadas en épocas.

Si tenemos la suerte de compartirlo con personas afines, a dichas porciones de tiempo habrá que añadir nuevas etapas, esta vez para los diferentes bloques de personas.

A lo largo del camino veremos como los regalos y los golpes de la vida se irán pasando el testigo. 

 

Aunque no siempre alternándose equitativamente.

 

Lo que marca las etapas son rachas de una u otra cosa.

Si estamos de recogida de cosecha o simplemente con la mejor de las suertes, sentiremos gran regocijo al saborear las diferentes mieles de nuestro viaje.

Si por el contrario nos toca picar piedra y sudar de lo lindo para no caer en la mierda… Incluso entonces podemos extraer oro de donde solo hay excremento.

 

Ya se sabe que quien se habitúa a abrir regalos pierde por el camino el verdadero encanto de la experiencia.

De las fases más complicadas de la vida podemos extraer cosas tan buenas como un rico trabajo en nosotros mismos. Una suerte de auto conocimiento, que puede crecer tanto como para incluso bastarnos de cara al resto de nuestro viaje.

El resto, supongo, no son más que fantasmas.

Espectros cuya atención será llamada por nuestra luz, en esos territorios de purga que tanto miedo nos dan, pero que tanto insistimos en negar para dejarlos atrás.

Quizá si pudiésemos hablar de lo oscuro con tanta frivolidad y naturalidad como nos jactamos de lo luminoso, otro gallo nos cantaría.

Pero no es así.

Nuestro deambular por la tétrica morada de nuestros miedos y angustias suele ser individual. Como también lo será la asignación espectral que nos toque.

 

Como habrás podido notar, mi querido lector, creo en los demonios.

Creo, más que en ellos o en sus diferentes formas, en su semilla maligna.

Esas que terminan por germinar en los peores actos de destrucción y naturaleza auto destructiva.

El objetivo de esos seres no puede ser otro que la erradicación de todo lo relacionado con la luz. Esperanzas e ilusiones a poner en jaque hasta derrocar su rey.

Muchos perdemos la referencia global de nuestro viaje al pasar por etapas, e incluso épocas, especialmente cruentas.

Nos empapamos tanto de la compañía de estos demonios que ya nunca podemos recuperar nuestra verdadera identidad.

Ese acto de posesión nos infunda tanto odio e ira, que el inevitable estado de frustración perenne que se origina nos privará de abrir nuevos regalos. Al menos, adecuadamente.








 

Eso es algo que aprovechará a las mil maravillas el egoísta y ególatra sistema en el que vivimos.

Bien sabedor de nuestra asfixia puntual en multitud de flancos, arrojará sus productos y experiencias fast food para atraparnos aún más si cabe.

Deformar la experiencia del aventurero viaje en que debe consistir nuestro periplo vital hasta el punto de que resulte vano y tedioso. No es otro el objetivo.

Captar todo cuanto nos rodea en una aburrida rutina, tan solo enriquecida por falsas nuevas experiencias disfrazadas de emocionantes.

 

De esta manera, en nuestro caminar pasaremos de ser personas libres a arrastrar las cadenas atadas a los grilletes de nuestra mente derrotada.

 

No debe ser así.

Debemos entender que tenemos derecho a tropezar, a caer, a restregarnos en el fracaso, una y otra vez.

Debemos entender que el continuo aprendizaje depende de constantes colisiones contra los muros que erige esta difícil experiencia.

Que la esencia no está en monopolizar y controlar, ni siquiera en dar con una cueva en la que esconderse, fuesen cuales fuesen su forma y aspecto.

Que el triunfo no está en el número de regalos obtenidos y abiertos.

 

Debemos aprender que lo que un día nos pareció bonito, así debe seguir siendo en nuestro final.

 

Esa es la victoria absoluta.

Lo que trata de robarnos el diablo por el camino.

La luz no es algo que haya inventado el ser humano.

La gracia de la vida es el primer y más valioso regalo que nos es entregado al llegar al punto de salida.

Hay que luchar por mantener esa llamita viva.

Nadie nos pide que la hagamos crecer hasta rugir con la fuerza de mil llamaradas.

Ese ejercicio de ego solo logra atraer a aún más espectros, actuando más como trampolín a la corrupción que otra cosa.

Pues no todo vale en esta carrera.

Resulta tan delicada nuestra existencia, que el más liviano soplido adverso puede sorprendernos con una herida en cada talón de Aquiles del que no somos conscientes.

 

Hay que tener cuidado.

Hay que vivir con mimo.

Nuestro viaje podría ser visto desde fuera como la existencia global de un árbol, tan irremisiblemente atado como perdidamente enamorado del bosque que lo contiene.

Nos pueden cortar las ramas. Pueden quemarnos. Pueden humillarnos hasta la vejación.

Pero hay algo a lo que no será sencillo acceder.

Algo que solo puede morir desde dentro.

No hay que dejar que nuestras raíces se pudran. Ni siquiera ante el fétido aliento de esos espectros que, recurrentes, llamarán a nuestra puerta. Ni siquiera cuando en la oscuridad de la noche parezca desaparecer todo atisbo de oxígeno.

Las raíces de cuanto una vez nos pareció bonito y justo son nuestro farolillo personal.

Y solo hay que portarlo con orgullo y humildad a lo largo del camino, sea cual sea.

Le pese a quien le pese, ese es el regalo más valioso que pueda existir. Pues muchos consumieron o vieron apagadas sus llamas hace mucho tiempo. Y solo ellos saben el pánico que les generan todos los demonios de su oscuridad personal.

 






 

 

Oda

 

En la penumbra

 

 

Lamentos de agonía

Rodean mi luz al andar

Gritos desesperados

Quejas sin consuelo

Suplicar no escuchado.

 

Cuando tu luz se apaga

Nada puedes hacer ya

Mantenla encendida, viajero

Mima su cuidado

Y nada la extinguirá.

 

Demonios oscuros

Te harán creer que sí es legal

Que en un mundo selvático

Se pueda robar

Se pueda manipular.

 

No te confundas, viajero

En tu aventura no has de vacilar

Prioriza el gran tesoro de la inocencia

Riégala con el brillo que atesoras

Pues sin temer algún día partirás.

 

Sin temor a lo que más tortura

Criaturas sin ápice de piedad

Te asaltan las noches,

Gobiernan tus sueños,

Buscando tu eternidad.






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