viernes, 24 de mayo de 2019

Segunda experiencia bipolar sin alcohol (Parte I)





Acabo de vaciar un litro de Shandy por el fregadero.
La shandy es algo así como una cerveza enmascarada. Con menos de un grado de alcohol, resultaría bien sencillo beber el brebaje sin tener consciencia alguna de que uno se está drogando.
Precisamente el hecho de haber vaciado el contenido de la botella por un lugar que no es mi garganta otorga honestidad a estas primeras palabras. Primeras de muchas, espero. Pues me encuentro alcanzando la nada despreciable cima de dos semanas sin beber alcohol.

He decidido comenzar así esta travesía literaria para dejar constancia de lo sencillo que puede resultar mandar al carajo todo lo que se vaya obteniendo por el camino de la desintoxicación.

Hace ya tres años, me encontraba en una situación muy semejante a la que ahora me ocupa.
De una noche insomne emergió un texto que acabó por titularse “Experiencia Bipolar sin alcohol”. Éste tuvo continuidad, y en la perseverancia por dejar atrás al tóxico, se fueron sucediendo los ensayos, uno tras otro, hasta verse coronados por una décimo octava parte en la que se cantó victoria demasiado pronto.
Como en la misma vida, de los fracasos se aprende, tratando siempre de dejar atrás el lastre del pasado para que el peso no ralentice demasiado nuestros pasos.
De modo que aquí me encuentro, caminando, quejumbroso por la depresión primaveral, hacia ese desconocido horizonte que siempre se dibuja en los últimos meses del año.

Este texto también va de bipolaridad.
Una enfermedad cruel que te trata mal en sus fases bajas y aún peor cuando te alza al olimpo del estado de ánimo.
El mero hecho de que me encuentre con ánimo de redactar estas líneas ya resulta una señal de alarma.
El mero hecho de que en mi doceavo día sin beber me haya visto en la tesitura de empinar o no el codo con la maldita Shandy también.
Sin embargo, alarmas aparte, lo cierto es que me alegra enormemente haber redescubierto y desempolvado este magnífico bastón como es la escritura.

Gracias a ella, puedo tratar de plasmar mi realidad del modo más ajustado posible, en un intento por trasladar al papel lo intrínseco a lo que considero una etapa clave en la aventura de mi vida.
Estoy viviendo de nuevo en Barcelona.
La ciudad de mis sueños y la morada de mis peores pesadillas.
Un océano de experiencias que llenaron de ríos de tinta los lienzos del pasado. Que peinan con su oleaje mis estados de ánimo presentes. Que susurran ecos desde el futuro, con la dulzura de las musas de mi más arraigada esperanza.








Para proporcionar una idea del control férreo que he dispuesto sobre lo maníaco de mi patología, baste con decir que dispongo de ocho especialistas siguiendo mis pasos.
Desde el trabajo social a la psicología, desde la enfermería a la psiquiatría, pasando por sectores de reinserción, de este caldero de innumerables ingredientes habrá de salir como resultado el sabor de mi futuro a medio plazo.

Pienso en mi enfermera del centro de drogodependencia.
En lo sincero y cercano del aprecio que le intuyo hacia mi persona.
Cuando has pasado meses recogiendo las migajas de una sociedad egoísta y cruel, encontrarte con fuentes de calor y depósitos de energía que se ofrecen sin reparos resulta de lo más reconfortante.
Sí, es su trabajo. Pero en mi dilatado periplo por los circuitos de la salud mental, puedo garantizar que no resulta habitual adquirir una actitud tan cálida con respecto al paciente.
Es algo que me alienta a luchar día a día, desde el mismo frente de la batalla.
Ese lugar en el que, por uno u otro motivo, los míos no pueden estar.
¿Significa esto que adolezco de una profunda soledad?
En absoluto.
Los míos se manifiestan, ayudando y apoyando, de variopintas maneras.
Unos conteniendo el aliento, fruto del espanto que genera lo delicado de mi situación en la gran ciudad. Otros, manteniendo un hilo de comunicación constante que me sirve de lecho para descansar cuando no puedo más, de espejo donde mirarme cuando requiero de un auto análisis crítico y de esa sana compañía que tanto cuesta encontrar en este mundo corrupto. Ese tipo de compañía que te demuestra un amor incondicional, una alianza irrompible, ya sea en el ámbito familiar, de amistad o de relación sentimental.

También existe, cómo no, la otra cara de la moneda.
Esas heridas que aún me sangran mientras escribo y medito.
Nada destacable, supongo, para un lector que si ha llegado hasta aquí es porque dispone de sus propias cadenas, sus propios fantasmas y demonios.
La diferencia supongo que radicará en el cansancio emocional.
Vengo de más de medio año de fase maníaca a la que, puntual, ha tomado el testigo una etapa depresiva.








Para eso dispongo de tanto especialista.
Esta vez, este año, me he puesto entre ceja y ceja la estabilidad. Para ello, no bastará con la magna tarea de dejar un tóxico que me ha acompañado por más de dos décadas. No bastará con tomar religiosamente la medicación, haciendo uso de todas las muletas posibles.
Evidentemente esos dos soldados son más Comandantes de mi ejército que otra cosa.
Son reinas en mi partida de ajedrez.
Sin embargo, frente a mí se sienta mi archiconocido rival. El Monstruo, con la psicosis como arma de destrucción masiva.
Ante él no vale descuidarse.
No vale no dormir.
No vale no comer.
No vale obsesionarse con un frente en concreto.

Sumidos en tal partida de ajedrez ante lo más destructivo de nosotros mismos, más nos valdrá cuidar de cada peón que alberguemos en nuestras filas.

De eso tratarán en parte los ensayos que sigan a esta primera parte de mi Segunda Experiencia Bipolar sin alcohol.
Un camino que, una vez más, apunta a un norte cada vez más ambicioso, aunque, al mismo tiempo, más lejano y esquivo.
Estáis invitados a acompañarme.





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2 comentarios:

  1. Como lector fui parte de la primera serie de ensayos que conformaron la EBSA, experiencia bipolar sin alcohol. Ya entonces quedé gratamente sorprendido por la fluidez y calidad literaria que los envolvía. Voy a seguir atentamente esta nueva serie de entregas en la que ya intuyo un nuevo salto cualitativo. Se nace esccritor, o al menos eso pienso yo, pero Victor nos demuestra que también se evoluciona y en este caso para bien. Saludos

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    1. Sí, estuviste en las EBSA así como en tantos otros relatos y ensayos, cosa que te agradezco enormemente. Del mismo modo, me hace muy feliz tenerte en esta nueva aventura en forma de Segunda Experiencia Bipolar Sin Alcohol, que espero consideres, cuanto menos, a la altura de la serie de ensayos de hace tres años.
      ¡Un saludo! :D

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