domingo, 9 de octubre de 2016

Recargando pilas: La música como fuente de inspiración





La escritura abarca tanto que resultan prácticamente infinitas las puertas que podemos cruzar a la hora de crear.
No solo me refiero al género, la temática o el estilo, sino que también contemplo un abanico como es la imaginación, que expande casi hasta lo mareante las posibilidades.

¿Cómo podría uno hastiarse de lanzarse a un teclado o a su caligrafía siempre que tuviese ocasión?

Eso es algo que, desgraciadamente, puede ocurrir.

Evidentemente el escribir, como ejercicio mecanizado, puede arrojar resultados incluso en el más exagerado estado de desinterés, pero ni es lo que yo busco en un texto ni es lo que pretendo ofrecer.

El andar por la vida con el corazón en un puño, refiriéndome al llevar por bandera lo más auténtico de nosotros mismos, y los sentimientos a flor de piel no es algo que esté exento de cierto riesgo de desgaste.
El cansancio al que tal actitud puede exponer al sujeto que la esgrima hace que éste gaste sus pilas lenta pero inexorablemente.

Para los que estéis al corriente de lo relacionado con mi próxima novela ‘La taberna:Una libreta para el recuerdo’, no os resultará extraño ni exagerado el leer que durante mucho tiempo otorgué al alcohol la condición de cargador de esas mismas pilas a las que hago referencia.
Buena parte de su consumo la llevaba a cabo en una soledad imbuida en el maravilloso territorio que acaba por armar el título de este artículo.
No es otro que la música.

Durante mucho tiempo resultó común para mí la relación entre gran borrachera y concierto casero.
Alternando pistas en un ejercicio un tanto anárquico, la montaña rusa de lágrimas, desolación, melancolía, nostalgia e ira se entremezclaba con los raíles de un circuito repleto de sonrisas, esperanza, satisfacción y proyección de sueños de toda índole.
Mi problemática bipolar quizá contribuya a incrementar sus altos y sus bajos, pero obviando esa exageración lo cierto es que contenía una base sólida de música y alcohol. O eso creía.

A tocar ya de los cinco meses desintoxicado me encuentro con que, si bien el alcohol ha saltado de la mezcla, la música me sigue acompañando de ese modo tan especial como resulta el consistente en una compañía constante y siempre comprensiva. Omnipresentemente atenta.




Puede resultar extraño que la generación de estados nacidos del despertar de nuestras emociones actúen como cargador de las pilas que empleamos en ciertas pasiones, pero sin duda así es.
Contemplar, en cierto momento de nuestro concierto personal, el cielo bajo el que siempre estamos amparados, puede animar a una sorpresiva lágrima a empapar nuestro ojo para luego nacer e iniciar su recorrido pómulo abajo.
Recrearse en el análisis de una situación personal con una música que sintamos acorde, puede provocar que el chasquido de dos de nuestros dedos pongan en movimiento todo nuestro cuerpo.
Y siempre con la mano en el grifo de la intensidad.
Esa es quizá la mayor restricción que me reportaba el beber. La falta de regulación de mis emociones al zambullirlas en la música.

El caso es que tras una hora, media o tres, sentiremos al despertar del cualesquiera sea los estados que hayamos atravesado que nuestra inspiración parece haber sido conectada a un cargador de ejemplar rendimiento.
Nos puede dar cancha para escritos de todo tipo.
Pero lo importante es la asociación que se crea, la simbiosis entre el mundo de la música y el de la escritura.
Pues si esos conciertos improvisados contribuyen a que nuestra inspiración crezca y fluya sin barreras, no es en dichos momentos donde la música delimita su presencia.
También acompaña durante el mismo acto en el que nuestra mano o nuestros dedos van fraguando lo que sea que tengamos en mente. Y lo más importante, remueve todo aquello que albergamos en nuestro interior.

Así pues, la música no solo enaltece y mantiene en dosis satisfactorias a la inspiración, sino que también abre un canal entre el papel y el escritor.

Al final uno puede imprimir en sus obras infinitud de posibles combinaciones.
Pero a la imagen de una mente concentrada en torno a un corazón abierto, avanzando juntos en un entorno en paz, en mi caso siempre opto por añadirle la melodía de aquello que tanto bien me ha hecho incluso en los peores momentos que alberga mi memoria.
Aquello que tan bien recarga las pilas no solo del escritor, sino del mismo ser.

Música.
Que su melodía no se apague jamás.




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2 comentarios:

  1. Me acuerdo que antes decías que si dejabas de beber no serias capaz de escribir, que necesitabas beber y la música para crear y yo siempre te decía que no, que sin beber también podías.
    Me alegro que por fin lo hayas visto XDD Y que ahora solo este la música, cosa que no es nada perjudicial (bueno, habrá de todo supongo X__D pero para ti no lo es)

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    1. Pues sí, el tiempo te está dando toda la razón :D
      La música, como tú, es una excelente compañera de viaje.
      Un beso, gracias por leer y comentar una vez más :)

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