domingo, 28 de febrero de 2021

Oda por la Estabilidad Bipolar (Parte IX)

 



Oda por la Estabilidad Bipolar


Parte IX

 

 

 

Un coro acompaña a diferentes melodías de la exploración en Skyrim.

Esta música me sabe a periplo y a aventura. Y de eso tratará esta parte.

 

El camino vital de una persona está lleno de diferentes etapas enmarcadas en épocas.

Si tenemos la suerte de compartirlo con personas afines, a dichas porciones de tiempo habrá que añadir nuevas etapas, esta vez para los diferentes bloques de personas.

A lo largo del camino veremos como los regalos y los golpes de la vida se irán pasando el testigo. 

 

Aunque no siempre alternándose equitativamente.

 

Lo que marca las etapas son rachas de una u otra cosa.

Si estamos de recogida de cosecha o simplemente con la mejor de las suertes, sentiremos gran regocijo al saborear las diferentes mieles de nuestro viaje.

Si por el contrario nos toca picar piedra y sudar de lo lindo para no caer en la mierda… Incluso entonces podemos extraer oro de donde solo hay excremento.

 

Ya se sabe que quien se habitúa a abrir regalos pierde por el camino el verdadero encanto de la experiencia.

De las fases más complicadas de la vida podemos extraer cosas tan buenas como un rico trabajo en nosotros mismos. Una suerte de auto conocimiento, que puede crecer tanto como para incluso bastarnos de cara al resto de nuestro viaje.

El resto, supongo, no son más que fantasmas.

Espectros cuya atención será llamada por nuestra luz, en esos territorios de purga que tanto miedo nos dan, pero que tanto insistimos en negar para dejarlos atrás.

Quizá si pudiésemos hablar de lo oscuro con tanta frivolidad y naturalidad como nos jactamos de lo luminoso, otro gallo nos cantaría.

Pero no es así.

Nuestro deambular por la tétrica morada de nuestros miedos y angustias suele ser individual. Como también lo será la asignación espectral que nos toque.

 

Como habrás podido notar, mi querido lector, creo en los demonios.

Creo, más que en ellos o en sus diferentes formas, en su semilla maligna.

Esas que terminan por germinar en los peores actos de destrucción y naturaleza auto destructiva.

El objetivo de esos seres no puede ser otro que la erradicación de todo lo relacionado con la luz. Esperanzas e ilusiones a poner en jaque hasta derrocar su rey.

Muchos perdemos la referencia global de nuestro viaje al pasar por etapas, e incluso épocas, especialmente cruentas.

Nos empapamos tanto de la compañía de estos demonios que ya nunca podemos recuperar nuestra verdadera identidad.

Ese acto de posesión nos infunda tanto odio e ira, que el inevitable estado de frustración perenne que se origina nos privará de abrir nuevos regalos. Al menos, adecuadamente.








 

Eso es algo que aprovechará a las mil maravillas el egoísta y ególatra sistema en el que vivimos.

Bien sabedor de nuestra asfixia puntual en multitud de flancos, arrojará sus productos y experiencias fast food para atraparnos aún más si cabe.

Deformar la experiencia del aventurero viaje en que debe consistir nuestro periplo vital hasta el punto de que resulte vano y tedioso. No es otro el objetivo.

Captar todo cuanto nos rodea en una aburrida rutina, tan solo enriquecida por falsas nuevas experiencias disfrazadas de emocionantes.

 

De esta manera, en nuestro caminar pasaremos de ser personas libres a arrastrar las cadenas atadas a los grilletes de nuestra mente derrotada.

 

No debe ser así.

Debemos entender que tenemos derecho a tropezar, a caer, a restregarnos en el fracaso, una y otra vez.

Debemos entender que el continuo aprendizaje depende de constantes colisiones contra los muros que erige esta difícil experiencia.

Que la esencia no está en monopolizar y controlar, ni siquiera en dar con una cueva en la que esconderse, fuesen cuales fuesen su forma y aspecto.

Que el triunfo no está en el número de regalos obtenidos y abiertos.

 

Debemos aprender que lo que un día nos pareció bonito, así debe seguir siendo en nuestro final.

 

Esa es la victoria absoluta.

Lo que trata de robarnos el diablo por el camino.

La luz no es algo que haya inventado el ser humano.

La gracia de la vida es el primer y más valioso regalo que nos es entregado al llegar al punto de salida.

Hay que luchar por mantener esa llamita viva.

Nadie nos pide que la hagamos crecer hasta rugir con la fuerza de mil llamaradas.

Ese ejercicio de ego solo logra atraer a aún más espectros, actuando más como trampolín a la corrupción que otra cosa.

Pues no todo vale en esta carrera.

Resulta tan delicada nuestra existencia, que el más liviano soplido adverso puede sorprendernos con una herida en cada talón de Aquiles del que no somos conscientes.

 

Hay que tener cuidado.

Hay que vivir con mimo.

Nuestro viaje podría ser visto desde fuera como la existencia global de un árbol, tan irremisiblemente atado como perdidamente enamorado del bosque que lo contiene.

Nos pueden cortar las ramas. Pueden quemarnos. Pueden humillarnos hasta la vejación.

Pero hay algo a lo que no será sencillo acceder.

Algo que solo puede morir desde dentro.

No hay que dejar que nuestras raíces se pudran. Ni siquiera ante el fétido aliento de esos espectros que, recurrentes, llamarán a nuestra puerta. Ni siquiera cuando en la oscuridad de la noche parezca desaparecer todo atisbo de oxígeno.

Las raíces de cuanto una vez nos pareció bonito y justo son nuestro farolillo personal.

Y solo hay que portarlo con orgullo y humildad a lo largo del camino, sea cual sea.

Le pese a quien le pese, ese es el regalo más valioso que pueda existir. Pues muchos consumieron o vieron apagadas sus llamas hace mucho tiempo. Y solo ellos saben el pánico que les generan todos los demonios de su oscuridad personal.

 






 

 

Oda

 

En la penumbra

 

 

Lamentos de agonía

Rodean mi luz al andar

Gritos desesperados

Quejas sin consuelo

Suplicar no escuchado.

 

Cuando tu luz se apaga

Nada puedes hacer ya

Mantenla encendida, viajero

Mima su cuidado

Y nada la extinguirá.

 

Demonios oscuros

Te harán creer que sí es legal

Que en un mundo selvático

Se pueda robar

Se pueda manipular.

 

No te confundas, viajero

En tu aventura no has de vacilar

Prioriza el gran tesoro de la inocencia

Riégala con el brillo que atesoras

Pues sin temer algún día partirás.

 

Sin temor a lo que más tortura

Criaturas sin ápice de piedad

Te asaltan las noches,

Gobiernan tus sueños,

Buscando tu eternidad.






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miércoles, 24 de febrero de 2021

Oda por la Estabilidad Bipolar (Parte VIII)

 



Oda por la Estabilidad Bipolar


Parte VIII

 

 

 

 

¿Se puede borrar nuestra visión del mundo?

¿Se puede regresar a interpretaciones anteriores?

¿Se puede agarrar cuanto somos y meterlo en una lavadora?

 

No debe ser tarea sencilla, siempre y cuando negocios como los bares reúnen a tantas almas empecinadas en lograr la evasión a base de tragos.

No debe resultar fácil, teniendo en cuenta las lágrimas que misteriosamente nos asaltan en momentos no calculados.

 

Pues, si pudiésemos arder y resurgir, impolutamente como antaño, ¿Qué sería de aquellos a los que hemos damnificado en el camino?

 

No, no podemos volver atrás.

Si ni siquiera está a nuestro alcance el detener el tiempo, ¿En qué cabeza cabe pretender reconquistar aquello que en verdad terminó por escapársenos?

 

Todas las partes han comenzado presentando un tema. La melodía que habría de acompañarme durante el tecleado. Y esta no va a ser una excepción.

Suena el tema de los temas. 

El ‘Life and death’ de Lost.

Notas que ponen un puño en mi garganta y prácticamente empapan el teclado con mi llanto más inevitable.

 

En la búsqueda de la estabilidad es importante ubicar cuándo ésta fue perdida.

En el caso de un bipolar de nacimiento, parece una tarea algo compleja. Cuanto menos, complicada.

Pero dejémonos por un momento de enfermedades.

Seamos honestos, no todo en esta vida corresponde a una fase de locura.

 

Una vez fui alguien entero.

Una sola pieza buscando encajar en el puzle del mundo. Buscando el amparo y la protección que todos buscamos. Unos en el dinero, otros en sus semejantes, algunos en la naturaleza, todos parecemos andar en busca de.

Yo andaba en búsqueda y captura de mis más altos ideales.

La irrupción de lo maníaco depresivo me abocó de cabeza a la mala vida, a los malos hábitos y a lidiar con una mezcla tóxica de miedo, odio, ira, envidia, frustración y sed de venganza internas.

Como en toda la mierda que se tapa, le herida acaba por pudrirse.

Si no hay vuelta atrás, solo queda aplicar métodos de curandero sobre la marcha.

Esperar que el agujero en el navío no sea para tanto. Que no acabe por hundirlo.






 

Pero imaginemos por un momento que pudiésemos perdonarnos a nosotros mismos.

No a ese nivel de red social tan ‘posturesco’.

Me refiero a un nivel tan real como solo nuestra mente llega a concebir.

Hago referencia a todos esos malos recuerdos que nos perforan cíclicamente el corazón. Sean de la naturaleza que sean.

La fuente del dolor.

Imaginemos que pudiésemos acceder a ella. Que tuviese un rostro. Que poseyese una mirada a la que dirigirnos y en la que vernos reflejados.

Una conversación con el origen de todo nuestro mal.

 

Supongo que todo tiene que ver con la tragedia de nuestra misma existencia.

Con el lado amargo de estar vivos.

Y no se trata de andar sujetos al inclemente paso del tiempo, ni a nacer sin haber aprendido nada.

Son muchas las personas que confluyen en los mismos dolores, idénticas carencias y fatales destinos.

 

Precisamente de eso trata el término estabilidad en sí mismo.

Se trata del oasis que podemos erigir en pleno desierto.

No se habla en ningún momento de aves fénix, ni de fuentes de eterna juventud.

Se habla de estabilidad, de saber anticiparse, o cuanto menos reaccionar a tiempo, al creciente oleaje que, de no controlarse, acaba siempre en tormenta marina.

 

No todo consiste en abandonar sustancias tóxicas, sino también en hacer lo propio con ciertas actitudes que solo nos conducen a cielos y a abismos falsos.

Sí, nos enriquecen la vida.

Cuando nada más parece tener sentido y todo comienza a perder el color… Ahí está nuestra escapada tan sentida.

Echamos mano de momentos pasados para enaltecer o condenar, sin ser conscientes de que tales actos solo añaden peso a las cadenas que todos arrastramos.

 

Vemos frases motivadoras acerca de vivir el presente y aplaudimos por inercia.

Pero no entendemos un carajo de cómo aplicarlo a nuestro día a día.

 

Me voy a decir algo que va dirigido también a ti, mi querido lector.

Si en tiempos oscuros, y no me refiero a una mala racha sino a malas épocas, te agarras a una rutina de mera supervivencia, solo conseguirás llegar más tarde al inevitable hundimiento de tu mundo.

Hay casos en los que incluso se llama vida a ese ejercicio de resistencia.

Creo que mora tanta toxicidad en tales actos, que se me antoja complicado imaginar cómo siquiera poder respirar aire puro en ellos.

 

No se puede vivir arrastrando cada segundo del pasado.

Aprender pasa por desaprender.

Tener ganas de volver a equivocarse pasa por habilitar un espacio para ello.

Y si uno realiza siempre lo mismo, si colocamos cada maldito ladrillo, día a día, donde colocamos el anterior, ¿Qué esperamos?

Esperamos a la muerte.

No lo decimos, no queremos saber nada de ello.

Pero voluntariamente o no estamos acelerando el movimiento de las manillas del reloj.

 

Pienso que sería todo más sencillo si la vida no me hubiese cambiado.

Si me hubiese ahorrado la visita a las alcantarillas.

Pero antes de considerar el haberme arrastrado por años como una cucaracha, debo tener en cuenta las mariposas que han revoloteado por mi buen porvenir.

Hasta las peores pocilgas pueden estar rodeadas de verdes bosques.

Igual que los más pulcros paraísos se edifican sobre putrefactas acciones.

 

Lecciones de vida.

Aprendidas sobre la marcha.







 

Oda

 

Vida y muerte



 

Veo la playa

Recuerdo su oleaje

Un atardecer infinito

Una creciente pena sin nombre.

 

Veo una senda

Donde los farolillos

Se encienden a mi paso

Veo llamaradas al final del camino.

 

Recuerdo mi latido 

Un palpitar urgente y ansioso

Acciones erráticas 

De naturaleza utópica.

 

El mar sigue susurrándome

Incluso en la lejanía del olvido

Veo la playa

Un atardecer infinito.

 

¿Dónde está el amanecer?

¿Dónde sopla el viento frío?

El otoño se me escurre entre los dedos

Así como la arena de mis recuerdos.

 

Todo se va

Todo parte

Todo huye

Todo muere.





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viernes, 19 de febrero de 2021

Oda por la Estabilidad Bipolar (Parte VII)

 



Oda por la Estabilidad Bipolar


Parte VII

 

 

 


Una pieza orquestada en torno al sufrimiento de Anakin Skywalker me sitúa, me condiciona y me propone la temática de esta parte.

E igual que se torna en decadente una pieza tan esperanzadora como Across the Stars, de la misma forma que el universo de Star Wars pasó de la luz a la oscuridad, mis reflexiones van a peinar un territorio de lo más pesaroso.

 

Dar sin esperar recibir nada a cambio.

Este va a ser el eje central de cuanto voy a meditar en voz alta.

 

Se trata, más que de una orden sencilla, de un consejo en segundo plano. De esas partes de la vida que uno rara vez comprende en la casilla de salida, pues éstas van adquiriendo sentido y color a cada caída sufrida.

¿Y cuál es el color de darnos cuenta de haber perdido más que tiempo?

El negro.

Cuando percibimos que una o varias personas nos han utilizado de la peor manera, es inevitable repasar cuánto les fue entregado.

Una vez efectuada dicha labor, tan solo restará seguir caminando, pero con un manto de oscuro luto colgando, pesado, de nuestros hombros.

Porque lo que oculta el refrán es que, en la mayoría de ocasiones, no solo no se nos devolverá nada a cambio, sino que se nos penalizará, atacará y tratará de marginar.

 

Cuando la vida te acorrala, las ovejas se convierten en lobos.

Se quitan su eterno disfraz revelando su naturaleza más carroñera.

El falso paraíso, lleno de exagerados vínculos en vidas mentirosas, no suele incidir en estos aspectos. El falso mundo en el que vivimos nunca va a reconocer cuál es su verdadero rostro. Su más triste realidad.

Se trata de su falta de memoria en entornos cambiantes.

Si un miembro del rebaño queda apartado, pronto comenzará el concierto de reordenación y reinterpretación de información para defender al grupo superviviente.

La generosidad pasada pasará a ser mero interés.

Lo espontáneo del aprecio, calculada estrategia.

Finalmente, cuando la oveja negra llore, grite o reclame, la tela de araña estará tan bien preparada que esos mismos actos la dotarán de una razón de mentira. De falsa sabiduría.

 

Es por eso que muchos estamos cansados.

Se nos dice que si el mundo laboral por aquí y el paso de los años por allá… Pero no se trata de ese paso, sino del peso.

Del peso de cadenas arrastradas por demasiado tiempo.

Es ahí cuando cobra sentido la frase ante la cual me posiciono en contra.

Dar sin esperar recibir nada a cambio.

Si uno se ha movido de forma especialmente dinámica por la vida, sin mostrar ese miedo tan característico de los que se atrincheran, el número y la forma de las cadenas puede resultar apabullante.






 

Entonces, ¿A quién podemos entregar nuestra luz sin miedo alguno?

 

Mi primera respuesta como acorralado sería que a nosotros mismos.

Que el agradecimiento y la respuesta llegue de nuestra propia persona. De una enriquecida identidad.

Es algo que puedo conducir a mi importante y reciente decisión de dejar el alcohol.

No lo hago por ni para nadie más que para mí mismo.

Y por supuesto que espero recibir algo a cambio.

Lejos de una forma fácil de felicidad, me estoy refiriendo al buque insignia de estos ensayos: La estabilidad emocional.

 

Pero mi respuesta, tras responder de forma impulsiva, esconde bastante más.

En verdad apostaría por afirmar que repartamos nuestra luz a diestro y siniestro.

Que bastantes personas oscuras hay ya tratando de enriquecer sus cobardes rebaños o sus vidas de papel mojado.

Si tú, querido lector, tienes la suerte de generar automáticamente ese brillo tan buscado y envidiado, no temas por el hecho de que en ciertas ocasiones te lo vayan a sorber hasta sumirte en el dolor.

Regresará.

Volverás, aún si cabe con más fuerza e intensidad.

Y de regalo tendrás una lista de seres indeseables a los que tratar con la más absoluta indiferencia.

 

Basta ya de poner la otra mejilla.

Basta ya de convertir a los héroes en villanos.

Basta ya de condenar actitudes justas mediante la manipulación de información.

 

No se trata de que nos quede el consuelo de un juicio divino post mortem.

Hay que lograr estabilizarse en vida. Ajustar bien la balanza.

Creo que algo de eso debe contener el secreto de nuestras fugaces existencias en este lugar.

Pues se trata de una labor tan milimétrica y personal que poco importa en ella el dinero, la suerte, lo material o lo heredado.

Es algo de lo que cada uno puede ocuparse, de la forma más vengativa con la mezquindad que haya podido concebirse. Pues si la balanza se nos decanta noche a noche hacia el sufrimiento, será que algo, o mucho, de mentira alberga el resultado que amañamos durante el día.

Sí, sería bonito.

Que cada uno pudiese llegar con su propia lucha y sus propios actos a cruzar el umbral de la muerte y ahí, en su misma balanza, quedase bien nítido el resultado de lo que hubiese vivido.

 

No obstante, estamos hablando de lograrlo en vida.

De pasar de ese sufrimiento de Anakin, de esa dramática melodía, a algo nuevamente esperanzador. De revitalizar y reforzar nuestros argumentos, aún cuando la inmensa mayoría ha caído en la tela de araña de nuestros enemigos, que vuelven a vestir de oveja.

 

Dar sin esperar recibir nada a cambio.

 

La columna vertebral de este texto regresa en su conclusión.

La hemos contorneado y estudiado. Y vuelto a analizar.

Tiene mucho de modus operandi de cara a la incertidumbre.

Habla mucho acerca del dar, más que de otra cosa.

De dar sin miedo, sin condiciones ni expectativas. 

 

Que ya la vida se encarga de equilibrar su propia balanza.


 

 




Oda


Balanceo quebrado

 

 

Falsas promesas esparcidas

En tiempos ya invisibles

Traiciones y heridas

Amparadas por necios.

 

¿Dónde están los leones?

Una selva de ovejas y lobos

De arañas y serpientes

La guerra de la mentira

La manipulación y el veneno.

 

Esperanzas reales que languidecen

Se secan ante el sol de la justicia

Tan ausente en estos tiempos

Tan esquivo como holgazán

Tan dado a iluminar falsedades.

 

Ten cuidado, viajero

Que las picaduras no te maten

Que lo venenoso no actúe por dentro.

 

Ten cuidado con las personas,

Pero no olvides entregar tu luz

Esa luz que nutre tu balanza

Que tanto hace que no se mueve

Que quebró de tanto llanto.






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miércoles, 17 de febrero de 2021

Oda por la Estabilidad Bipolar (Parte VI)

 



Oda por la Estabilidad Bipolar


Parte VI

 

 

 


La magia de Hogwarts hecha música.

Así es la banda sonora de Harry Potter que me encuentro escuchando.

Como fondo ambiental, lo cierto es que acompaña muy bien a cualquier fase productiva que se nos ocurra.

 

Hemos recorrido ya un pequeño trecho juntos, querido lector.

En las anteriores partes a este texto hemos hecho algo así como dictaminar tanto un mapa de cuanto nos rodea como el perfil del narrador.

Nos conocemos un poco mejor. Conocemos mejor a qué nos enfrentamos.

No obstante, pese a lo satisfactorio que resultaría, ninguna victoria suele llegar del mero teorizar.

En esta vida hacen falta acciones. Si encima nos encontramos sumidos en situaciones difíciles, las acciones habrán de resultar, cuanto más valientes, mejor.

Como Quijotes tan y no tan enloquecidos, no veremos girar las aspas de los inmensos molinos mediante el soplo de discretas brisas.

¿Los enemigos a los que me enfrento realmente existen?

Esa es una pregunta, mi buen lector, que igual te has hecho en algún momento de tu vida.

Tanto da si padeces o no de problemas en salud mental. No resulta demasiado difícil comprender que la mayoría de nuestros peores rivales en vida moran en nuestro interior. Se alimentan de nuestra mente.

De ahí que se deba hacer un ejercicio de localización íntimo y profundo.

Además, cuanto más nos acerquemos a derrotarlos, más reales se tornarán.

Llegará el día en que, si nos conocemos en la medida adecuada, prácticamente los veremos erguidos frente a nosotros en la gran ventisca. Las aspas tan locas como lo pueda estar una mente psicótica, girando de modo furioso y amenazante.

Su naturaleza es multiforme y está conectada al paso del tiempo.

Lo que a uno pueda aterrorizarle a otro igual no le supone el más mínimo pavor.

Lo que una vez nos causó tanto miedo, con el tiempo puede haber dejado de hacerlo.

Por eso es importante no caer en auto secuestros mentales.

 

Me explicaré.

 

Si debo ponerme a dar con un temor recurrente y universal, tan solo debo posicionarme en el umbral al más allá.

Tanto da si la muerte nos hace cosquillas con su guadaña o su figura nos resulta más cómplice que hostil.

El temor a lo desconocido está presente, insertado en el ser humano.

La fe, y a menudo la fe ciega, es la única carta que puede separarnos de la aplastante realidad científica: En nuestro universo somos como hormigas en clase de matemática avanzada.

Evidentemente el cosmos no disfruta pisándonos como lo haría un crío inconsciente.

Pero sí que estamos expuestos a un destino incierto y misterioso.

¿Cómo, pues, plantamos cara a las más horribles posibilidades tejidas por nuestra imaginativa?

Solemos dormir el problema.

De ahí lo que he comentado del auto secuestro mental.

Y como lo que nos funciona con tamaño rival nos permite vivir con cierta tranquilidad, lo aplicamos en cascada a todo cuanto nos llegue demasiado grande en su amenaza.


 





Vayamos a un ejemplo más práctico, que no es otro que el que me toca de pleno.

Las adicciones. En concreto, al alcohol.

Cíclicamente las cantidades de dosis vienen y van, pero nunca desaparecen.

Yo sé bien que el mundo que proyecto es claroscuro, y no solo en estos textos.

Sé perfectamente que este tóxico no debe estar presente en la vida que concibo para mi futuro.

Es hora de sumar dos más dos.

Si soy consciente de que hay que actuar, ¿Por qué no escoger el movimiento más valiente?

Si conozco a mi enemigo, ¿Por qué no enfrentarlo en medio del mayor vendaval?

La respuesta, una vez más, es el propio secuestro que hago de mí mismo.

Como quien defiende a su captor, siempre encuentro excusas para ingestas.

Como quien tiembla en una esquina, huyo del púgil rival negando mi obligación de combatir.

Eso me conduce a meditar en torno a la falta de respeto que cometo contra ti, que lees con mimada atención.

Me paso unas cuantas partes disparando con holgura a dios y su madre, pero a la hora de la verdad me escondo. 

Me paso párrafos y párrafos enalteciendo la búsqueda de la estabilidad como quien erige un templo, para luego beber como si fuese dinamita.

 

Voy a interrumpir la ingesta mientras este proyecto literario esté activo.

No puede ser de otra forma.

Cada uno ya será libre de decidir enfrentar o no sus propios molinos. Cada uno sabrá si es capaz de derrotar ventiscas o brisas, vendavales o huracanes.

Yo necesito hacer esto.

En verdad, incluso estos escritos no cumplen más función que la de afilar la lanza con la que apunto a la garganta de mi letal depredador.

En cuanto acumule la primera jornada sin beber gota alguna, retomaré nuestro avance por este viaje de claro inicio pero incierto final.

Serán veinticuatro horas un tanto complicadas, pero trataré que el espacio que compartes conmigo como lector no se torne en un aburrido divertimento autocompasivo.

 

Como una formación espartana, tú por tu lado y yo por el mío, podemos dar caza a nuestros peores enemigos.

Evidentemente que nos sentiremos superados.

Nos sentiremos agotados e incluso acojonados.

Pues ambos sabemos como suele golpear la vida a los que quedan tirados en el suelo puntualmente.

Pasa por encima suyo como un letal tsunami.

Por ello, me hago y te propongo una llamada a la concentración y a la responsabilidad.

A lo lejos las gigantescas aspas de los molinos de la sobriedad comienzan a moverse.

Las nubes se disipan en los cielos, como rebaños de ovejas que huyen del lobo.

Conozco el azul de ahí arriba.

Ese tono cobalto, tan fuerte e intenso que te hace sentir más vivo, y expuesto, que nunca.

 

 

 





Oda

 

Viento de batalla

 

 

Portas la lanza

No sabes que hace en tu mano

Frente a ti el eterno enemigo

Provocador, sonriente y confiado.

 

Portas la lanza

No querías pelear

Pero tu subconsciente ha actuado

Mitad suicida y mitad sabio.

 

Portas la lanza

Pero no suenan tambores de guerra

La gloria espera en ámbito privado

Si es que logras salir de esta.

 

El viento susurra

Alzando su voz en grito

Un alarido de cruel soledad

Temerosa, expuesta y vulnerable.

El anuncio de una tragedia

Pues eres buen conocedor

De la situación límite

Que aquí se camufla.

 

Avanzas sintiendo el frío

Sonríes respirando la vida

Su afilada propuesta

Lanzada al viento.





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martes, 16 de febrero de 2021

Oda por la Estabilidad Bipolar (Parte V)

 



Oda por la Estabilidad Bipolar


Parte V

 

 

 

 

Tambores y flautines. Violines. Toda la orquesta al servicio de grandes piezas musicales del mundo cinematográfico. En concreto, justo en este momento, la épica de Spirit con una imagen de un caballo cabalgando a toda velocidad.

 

El contraste con mi momento resulta abismal.

A mi lado, la taza humeante de café.

Son las cinco de la madrugada exactamente. Ni un minuto más, ni un minuto menos.

Pienso que ya ha pasado esa primera parte de la jornada nocturna en la que todo se ralentiza, como si el propio tiempo necesitase de un descanso.

A las cinco se entra ya en otra fase, como una especie de cuenta atrás que habrá de exponernos a la luz de un nuevo día.

El café quema mucho.

También se encuentra sumido en su transición.

Si lo tomo ahora, podré disfrutarlo largo tiempo a pequeños sorbos. Si lo hago en unos minutos, estará desagradablemente templado y caerá de un trago.

Pero, bien lo sabes seguramente mi querido lector, existe un término medio en esta ingesta que, a todas luces, se antoja totalmente disfrutable.

 

Así imagino la estabilidad. Así imagino la felicidad.

Pero no nos confundamos, una no es sinónima de la otra.

Viviendo como nos encontramos en pleno estado del bienestar, hay cartas trucadas en el casino donde nos mantiene el capitalismo.

Tanto da si cuando gane nuestro equipo deportivo favorito nos encontramos en un mal momento. Eso es felicidad.

Tanto da si necesitamos taparnos la cabeza con las sábanas en una festividad pirotécnica local. Eso es felicidad.

Y así podríamos hilvanar la lista infinita.

Un montón de imbéciles de cerebro sorbido tirando de los carros preferidos por las grandes masas.

Si no te sumas, eres un amargado.

Si te rebelas, te tachan de inadaptado.

Pero es que si tienes la desgracia de padecer problemas mentales, entonces directamente se te insulta a discreción. Como si supiesen que no puedes pelear, pues el sistema ha blindado a la sociedad de los locos. Como si supiesen que, pase lo que pase, tú mismo te torturarás en tu intimidad pasada la trifulca.

 

Cuando el rebaño sonríe en grupo hay que ser feliz.

Un goteo calculadamente paulatino para que nadie pueda abrir los ojos demasiado.

Como si las vidas humanas hubiesen pasado a ser pequeñas fichas de un juego de tablero, cada acción y cada jornada disponen de varios modos para ser vividos.

Uno puede pensar que se debe a la explotación de la era digital.

Pero creo que el problema va mucho más allá.







Puedes dejar tu equipo informático a un lado para disfrutar de lo que sea que traigas entre manos. Al final, sin embargo, te harán caer en una de las casillas.

¿Te gusta el postureo? Sentencia al canto.

¿No te gusta? Rápidamente serás juzgado por otro de los flancos.

Y ahí, apreciado lector, radica el problema.

Todo el juego se ha desarrollado para ser autoabastecido por los propios jugadores. E iré más allá: Por el juicio de todos ellos.

Vemos la vida ajena como si hubiésemos pagado una entrada al cine.

Si antes de la vida online los desalmados disfrutaban chismorreando y propinando puñaladas por la espalda, ahora la cosa se nos ha ido totalmente de las manos.

El circo de la información sometida a la estupidez humana.

Menuda mezcla más potente.

 

Queda claro pues mi punto de vista en torno a la felicidad.

Al menos, en cuanto a la que nos es vendida.

La verdadera es bien sabido que no se puede sostener por más de un breve lapso.

Es tan pintoresca y espontánea que cada uno sabe bien cuál ha sido su rastro al pasar ésta por su vida.

Egoístamente se calla, para atesorar el surco que ha dejado, tratando de indagar en cada pequeña pista, con tal de poder sentirla de nuevo.

Algo así como el café que he ido tomando en su tiempo perfecto.

La estabilidad, sin embargo, es harina de otro costal.

Si la oscura infusión tiene que representar la breve y fugaz felicidad, entonces lo estable del momento sería la media hora que llevo tecleando, meditando, sopesando y rehaciendo este texto.

Extrapolando estas metáforas al día a día, obtenemos que solo mediante una actitud responsable, sana y coherente, podremos saborear algún que otro buen momento. Pues si yo me hubiese hecho tres cafés seguidos, la sensación no hubiese sido ni remotamente la misma. Si no me hubiese embarcado en esta concienzuda redacción, muy posiblemente mi mente tramposa hubiese regado el momento con un extra de amargura.

Además, dicho sea de paso, si hubiese echado mano de una sola gota de alcohol, ya apaga y vámonos.

 

Entonces, ¿Por qué, si todo está tan claro sobre el papel, los días me resultan tan complicados? 

La respuesta está en la misma comparativa del café con la felicidad y la escritura con la estabilidad.

Puedes creer que has dado con la fórmula del éxito, sin embargo, en verdad, todo lo que estoy narrando puede encapsularse, a su vez, en una porción de felicidad.

Como si el levantarse de madrugada, preparar y tomar café y meditar y escribir fuese un solo acto en sí mismo.

De igual modo que me he referido a los tres cafés, debo hacer hincapié en la mala estrategia que resulta pretender sentir lo mismo por repetición.

Es imposible.

De hecho, es imposible que podamos recrear fielmente ni un solo momento de felicidad pasado. Resultan únicos.

Pero, y aquí venimos a lo verdaderamente importante, la estabilidad no está sujeta a naturalezas tan delicadas.

La estabilidad admite ladrillos de todas las formas, tamaños y colores.

Pero, claro está, requiere de nuestro esfuerzo físico y mental.

Requiere de entereza de pensamientos y sesuda actitud.

 

Justo lo que se nos escapa, tanto hacia arriba como hacia abajo, a quienes la marea nos lleva a un oleaje mayor que al resto.

 





 


 

Oda

 

Estrella fugaz

 



Sumido en sus pensamientos

Transcribiendo su interior

No pudo ver

El astro que se le escapó.

 

Invisible a los telescopios

Ajena a la humanidad

La estrella del noctámbulo

Le arrojó felicidad.

 

Etéreas sensaciones

De cobijo y bienestar

Calma madrugadora

Paz en el hogar.

 

Durante algo así como una hora

Pudo sentir el mundo girar

No con las manillas de los relojes

Sino con su lápiz al pintar.

 

Con letras dibujaba estrellas

Con palabras captaba lo celestial

Estaba de mierda hasta el cuello

Pero sonreía más y más.

Pues la estabilidad se intuía

En lejanos horizontes más allá

Palpitaba feliz su corazón

Respirando algo de libertad.

 

La memoria retiene el poso

Del rastro de un café que se apaga…






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