domingo, 20 de octubre de 2019

Solo para ti





Directo al corazón.

Así fue el flechazo que mi pareja disparó desde otro continente y alcanzó el objetivo como el dardo con el que, bien ebria, me ganó una gran partida de dardos.
Sonó como la notificación del servicio de mensajería de moda que mi mejor amigo, un simpático camarero italiano exingeniero, tuvo a bien escoger.
La flecha, tan sutil y elegante.

Voy a imaginar que soy un elfo libre entrenando sus habilidades de tiro.
Siento mis grandes orejas puntiagudas captar como felino los sonidos del bosque que me rodea. Para más inri, tengo los ojos cerrados.
Mis pies descalzos saborean el tacto de la hierba húmeda.
Cuando el olor a pino es indiscutible, cuando podría desear incluso ser árbol para obtener una larga vida de reflexión, mi mano diestra ase una de las tres flechas que guardo en una pequeña mochila a mis espaldas.

Abro los ojos, tenso el arco. Apunto al objetivo. Esa bella mujer al mando de poemas que, siempre, el lector puede pensar que van dirigidos a él.
Disparo.
No se si le llegará la flecha de la gratitud.

Agarro mi segunda flecha y tenso el arco. Apunto al nuevo objetivo. Ese antisistema tan divertido que dice conocer sus límites.
Disparo.
No se si le llegará la flecha de la confianza.

Agarro mi tercera flecha.
La anaranjada, la tatuada con llamaradas.
Tenso el arco y, en el último segundo, lo deposito con mimo en el prado verde.
Me percato de que algo me dice que esa flecha no puede ir demasiado lejos. No apunta a ningún grupo, etnia, sector o ideología concretos.
Apunta a un corazón.
“Solo para ti…”, susurran mis labios cuando, en un seco movimiento, siego mi vida clavando el puntiagudo filo en mi pecho.

Caigo al suelo, feliz.
Pues se que, de algún modo, mi sacrificio no es en vano.
Este elfo felino sabe cosas misteriosas en las que ahondar no sirve de nada dada su pureza.

Sabe que es un personaje de un solo relato.
Como una cerilla que nos ilumina el último angosto tramo de oscuridad.

Mi vista se nubla y mis párpados caen como losas en severa gravedad.
Sin embargo siento mi cuerpo levitar.
¿Me espera otro viaje?

Solo para ti.
Mi mente lo repite como el batería de una banda, guiado por los, cada vez, más bajos latidos de mi corazón.
Directo a él llega un susurro lejano, apenas el de una estrella fugaz en la inmensidad del universo.

Sí, es ella. No cabe duda.
Me da igual donde esté.
El mero hecho de que esa criatura exista me vuelve a llenar de regocijo.

--- Amorshi, ¿Has acabado de escribir?




FIN
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