INTRODUCCIÓN
Àngels estaba segura. Lo estaba del todo. Verdis había existido justo donde pisaban sus pies.
Sabía que se trataba de una ciudad extinta, pero también era consciente de que todo lo que vive deja un rastro. Y si incluso una luciérnaga encontraba un eco en el irradiar de su luz, algo tan espectacular como debió ser Verdis, a buen seguro, debía haber dejado cuanto menos unas buenas ruinas.
Sin embargo, no quedaba nada de nada.
El bosque lo había reconquistado todo. Se lo había comido entre sus mandíbulas de rama y masticado a conciencia con su pétrea dentadura.
Por un momento, se sintió tan cansada que tomó asiento sobre un gran tronco.
Meditando en torno a la luciérnaga a la que su psique acababa de hacer referencia, Àngels no tardó demasiado en ver llegar las primeras comparaciones y asociaciones.
Las apartó enérgicamente. Tanto las odiaba. Aunque una pregunta quedó morando frente a las puertas de su consciencia, revoloteando incómodamente hasta que la mujer, abatida, decidió dejarse sorprender.
¿Dejaría ella en su vida algún tipo de huella destacable?
El sol se puso del todo en ese mismo instante.
El ocaso había resultado tan longevo y generoso en el crepúsculo que Àngels no había ni siquiera caído en la cuenta de que aún quedaba un hilo de luz... Del que ya era inútil estirar.
Sintió de forma súbita como un puño estrangulaba su garganta. Tal fue el rápido humedecimiento de su mirada que, por un momento, no supo si los tonos lilas que bailaban a unos metros, efectuando gráciles trayectorias en el aire, eran cosa de su propia alucinación.
Se secó la vista y enfocó nuevamente sus ojos en el cercano horizonte.
Rio. Lo hizo modo ruidoso, abierto, y sin guardarse una sola carcajada.
«Esas hadas desaparecen a la velocidad de la luz... pero se olvidan de recoger bien el eco de su presencia.» Meditó Àngels, ya para sus adentros.
Muchos misterios moraban ocultos en la profundidad de aquellos bosques. Y, al igual que ella, habían ido generando y recibiendo huellas inmortales.
—Como la pasión por la lectura... Argumentó en voz alta antes de partir de aquel sector.
Quizá en su mente no se proyectó la imagen de cierto autor, pero desde luego, tanto Víctor Fernández García como Àngels Aguilera López pudieron sentir el calor de una gran amistad crepitando en su interior.
RESEÑA
Han pasado 500 años desde que un acontecimiento catastrófico arrasó la ciudad más emblemática y sus bosques milenarios, eliminando a todos los magos de las tierras de Pax.
En la actualidad la Voz del Bosque contacta con Vulcany, un anciano solitario en el final de sus días, y le entrega un bastón. Su misión será encontrar los amuletos perdidos y aprender a usar su poder para erigirse como el Mago Guardián y enfrentarse a la oscuridad que está despertando y que eliminará toda vida en estas tierras.
Pax vol. 1 es el primer libro de la serie Mago.
Una novela corta de fantasía con todos los ingredientes que la caracterizan, magia, personajes fantásticos, héroes y villanos. Una aventura en la que el protagonista debe avanzar aprendiendo de sus errores.
Con un lenguaje sencillo pero trabajado, Víctor Fernández nos describe, con todo lujo de detalles, paisajes verdes, bosques tenebrosos, tierras yermas asoladas por la lava y una ciudad en el cenit de su esplendor y sabiduría.
El autor profundiza en la personalidad de sus personajes haciéndonos llegar hasta sus sentimientos más profundos. Y es ahí donde reside el verdadero motor de la historia, donde el escritor consigue la magia que hace avanzar la leyenda. Donde el amor, la pérdida, el dolor, la ira y la venganza dirigen los pasos de los protagonistas.
Una lectura amena, rápida y que empuja a querer seguir leyendo los próximos volúmenes.
“Si te lanzas al Separatio, que tu fe y tu alma permanezcan juntas.”
PAX vol.1