RESEÑA
RELATOS DE NOGROZ
Una novela de Edgar Montserrat
SINOPSIS
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Sentir el tacto de un libro de cuyo parto has podido asistir a la fase final es de lo más especial.
Ansiaba mucho sentirme amparado por mi familiar y querida madrugada para, así, adentrarme en Nogroz como es debido. Quizá haya echado de menos un clima considerablemente más frío, posiblemente una hoguera no hubiera estado de más... Pero lo cierto es que raramente podría haber disfrutado más de la lectura.
Elura es el relato que da arranque al libro ‘Relatos de Nogroz’.
Cuando uno da comienzo a un proyecto, en el mismo instante que una aventura saborea las mieles de los primeros tecleados, en verdad siempre hay un considerable trabajo previo ya fraguado. Ya sea a través de noches en vela con el subconsciente y la mente en ebullición, mediante brainstormings que exprimen tanto a aliados para la causa como a uno mismo o gastando litros de tinta en planificaciones exhaustivas, la figura del inquieto escritor suele aterrizar en las primeras páginas de su novela con actitud radiante y aspecto algo demacrado.
Por todo ello me arranca una sonrisa el haber estado al lado de Arlen, primer personaje con el que Edgar Montserrat habilita vínculo y plasma cercanía. Un tipo temerario a todas luces, que encuentra en su resolución e improvisación dos grandes bazas para acompañar su flamígero espíritu. Una pasión que enseguida efectúa un acertadísimo contraste con el escenario gélido inicial. El Bosque de los Susurros, fronterizo entre Kendra y Numorgo, va a poner de buen comienzo muchas cosas sobre la mesa. Y todas son tan buenas como de bella factura.
Leer las primeras páginas de esta obra deja clarísimo lo bien trabajado que va a estar el mundo en el que se va a desarrollar la trama. También, que la narrativa va a mecer la lectura mediante una factura excelsa. Finalmente, y no menos importante, que estamos ante una creación con claras señas de identidad por parte de Edgar. Porque me ha gustado mucho su propuesta en cuanto a equilibrar acción y descripciones, pensamientos y diálogos, cliffhangers e historia.
Elura me ha parecido un relato homogéneo, adictivo, crudo, bello, profundo y sorpresivo a partes iguales.
Sí que puede que tenga tres grandes bloques constituyéndolo, como serían la batalla en la que se trata de hurtar la gema, el interrogatorio de posterior condena y casi ejecución y, claro está, el inesperado (al menos para mí) y espectacular tramo final. Es posible que todo haya sido un ejercicio en el que el autor quiso en todo momento dar un golpe sobre la mesa, y en la cabeza del lector, a la hora de girar argumentalmente su historia.
No obstante, como vengo diciendo de buen comienzo, si este relato me ha brindado una maravillosa madrugada de lectura a fuego lento, es porque rezuma buen hacer en la totalidad de los aspectos que uno podría detenerse a sopesar.
Así pues, puedo afirmar que he estado en ese bosque de Kendra, ante la misteriosa e imponente presencia de Bahirba, he viajado a Jonamar, volado hacia Fellnar y sentido los diferentes grados de conexión que Arlen ha experimentado a lo largo de las sesenta páginas que mide Elura.
Me ha encantado cómo se presentan las relaciones entre personajes. La forma en que se tratan, las vías de exploración usadas para ello y la evolución a la que en todo momento van sujetas.
No sé si es perfecto ni quiero ponerle nota, pero lo que sí siento es lo disfrutable y adictiva que ha sido su lectura, la invitación sutil que deja en la psique del lector para seguir leyendo y, de ese modo, tratar de seguir escudriñando los múltiples misterios que la novela propone.
Por todo esto, doy mi total enhorabuena a Edgar.
Escribir relatos despliega un mapa de posibilidades infinito. En función de nuestra capacidad creativa, las puertas de multitud de géneros literarios se abrirán de par en par. Un abanico desde el cual poder uno picotear, explorar y profundizar a gusto del consumidor.
Edgar Montserrat, en este símil entre la figura del escritor y un adicto a las letras, diría que tiende a decantarse por núcleos argumentales de muchísimo peso. Aunque sin por ello perder la capacidad de envolver y decorar el regalo con estilo, mimo y gracia.
Afirmo esto en presente porque, leída la segunda historia de su novela ‘Relatos de Nogroz’, creo disponer de parte del alma que enarbola su obra. Y la trato de regalo porque creo que cualquier lector que se arrime a estas páginas va a sentir que está ante eso mismo.
La trama de ‘Sharhu’, que así se titula el relato que nos ocupa en este análisis, diría que gira en torno a la magia sin necesidad de andarse con tapujos introductorios. Ya en el relato anterior, ‘Elura’, pudimos asistir a un despliegue mágico de lo más interesante y directo por parte del personaje Bahirba, pero aquí el autor riza el rizo presentando no a una maga, sino directamente a una pareja de ellas.
Elena y Kaira van a formar sociedad desde un pasado común en forma de maestra y aprendiz.
Presentar a una dupla de personajes unidos por evidentes elementos raíz abre ese abanico al que he hecho referencia al comienzo. Un mapa de posibilidades del que Edgar ha agarrado muchos elementos, de entre los que quiero destacar el contraste psicológico y los diálogos que de él se van a desprender. Así pues, mientras que Elena es una maga de más de ciento cincuenta años a sus espaldas que no sabe muy bien, ni pretende, disimular una personalidad tan resuelta como déspota, tan altiva como decidida y tan segura como impaciente; Kaira va a sacar a relucir una psique que busca mayor empatía, delicadeza y humildad.
Ojo, no son las dos caras de la moneda. Pero sí que se asoman desde el canto a enfoques diferentes en cuanto a lo que el poder del Daité representa.
Van dos relatos de este libro y, como lector, ya me embriaga la sensación de que estoy ante algo inmenso y, sobre todo, profundo.
En ‘Sharhu’ vamos a ver desfilar conceptos tan variados como interesantes.
Al propio Daité, que es como se denomina al conjunto de poderes que los magos controlan hasta lograr su total manipulación, se van a sumar psiquiátricos repletos de aquellos que no pudieron resistir la adicción a la droga que supone el estado de bienestar que lleva asociado dicho poder. A la aparición, repleta de suspense, de una colosal criatura venida de las Tierras Oscuras, podremos sumarle audiencias con los líderes de Azed y divertidísimos fragmentos en los que la personalidad de Elena va a resultar ingeniosamente arrolladora.
Todo ello nos conducirá a un nuevo final para quitarse el sombrero.
Más explícito, crudo y lleno de acción que el del relato que precede a esta trama, sí, pero no por ello pierde ni espectacularidad, ni dramatismo ni buen hacer.
Es tan abrupto el giro en ritmo y recursos narrativos, que quiero ahorrarme toda descriptiva extra para mantener el aura de la que Edgar Montserrat ha dotado a su segundo regalo en forma de relato.
Lo ha vuelto a hacer.
Un envoltorio de arena del desierto, con los lazos de dos nuevos personajes inolvidables.
Lo que esconde os puedo garantizar que vale su peso en oro.
Mi enhorabuena al autor.
Para alguien como yo, tan interesado desde hace décadas en tramas enarboladas en el marco de la segunda guerra mundial, resultó todo un caramelo dar con multitud de joyas literarias entre las que se encontraban muchas que se adentraban con cruda descriptiva en el seno de los conflictos bélicos.
Quizá por ello, empezar la lectura del tercer relato del libro de Edgar ‘Relatos de Nogroz’, titulado ‘El filo de la verdad’, me aceleró el pulso y dispuso gran concentración extra en mi mente. Pues, si había sido un verdadero placer leer los dos primeros relatos de la novela, esta tercera historia presentaba lo que, a todas luces, suponía un plus.
Ya Edgar había planteado un par de grandes batallas a estas alturas de su obra.
Pero una cosa es ver la acción desde el cobijo de cierta distancia de seguridad, o enfrentar a unos pocos individuos de élite en cuanto a sus poderes y habilidades, y otra muy diferente lanzar al cruel y absurdo caos de la guerra a masas de soldados desesperados por dar con la victoria y su consecuente supervivencia. Además, por si fuera poco, el autor aborda la contienda desde múltiples puntos de vista, como si se tratase de un psicópata que monta un puzle a partir de piezas con alma.
Me ha encantado saborear los diferentes tiempos y emociones con los que Edgar Montserrat ha hecho malabares en este relato bélico.
Desde la tensión inicial que puede cortarse con el mismo filo que da título al relato, pasando por la diferente entereza y resolución de las psiques inmersas en el conflicto, que lejos de mantenerse estáticas, van a ir mutando en función del devenir de las diferentes fases de combate.
He disfrutado muchísimo con la especie de vuelo raso y submarinismo en los que el autor ha encontrado un gran baluarte en la misión de dibujar con hiperrealismo su cuadro de violencia, sangre y sinsentido. Porque si algo sí que tiene todo el peso de la importancia, y queda más que claro en ‘El filo de la verdad’, es que cuando la vida de uno se ve segada por los caprichos de lo aleatorio del destino, su valor es incuestionable. Edgar se sumerge en la agonía de la muerte con gran habilidad, causando que el lector, por momentos, quiera salirse a un balcón para sentir el mero placer de respirar. Aunque, como he dicho, también emprende el vuelo, mostrándonos el sentido máximo, el significado supremo, por el que dantescos conflictos como el que vivimos leyéndole adquieren verdaderas metas.
¿Son nobles esos objetivos?
Sí y no.
Como a Edgar tanto le gusta desplegar, una espléndida escala de grises va anidando en el interior del lector a medida que avanza con ‘El filo de la verdad’.
Dependerá de cada uno, así como ha sucedido en el curso de nuestra propia historia, asignar calificativos como loable, comprensible o lógico a la búsqueda de un fin mayor que tiñe los numerosos litros de sangre que Edgar vuelca sobre el terreno. O bien declinarse ante lo despreciable de dejarse llevar por el miedo y la cobardía con tal de justificar una injusta guarida.
En mi caso el relato me deja una mezcla de todo ello.
Un gris muy vivo, sin duda.
Seguro que, al menos, los buitres que el autor da como verdaderos ganadores no se le acercarán.
Hay momentos en la vida que acarrean una inevitable lluvia de consecuencias a título posterior. Sucesos concretos que, en ámbito literario, parecen hundir la pluma hasta el fondo del tintero. Y, tanto escritor como lectores sabrán que, tarde o temprano, ese recipiente de tinta va a tener que gastarse en plasmar cuanto quedó pendiente. Un ajuste de cuentas con la trama de la historia.
En ‘Relatos de Nogroz’ la estructura se presenta aparentemente particionada. Califico de esa forma porque debajo de la apariencia, a alturas de su cuarto relato uno ya puede palpar la presencia no solo de un mundo unificador, sino de mucho elemento común que actúa como nexo. Y de todas esas muestras, la que más adicción e interés me ha despertado, con diferencia, es una puerta que el autor abrió bien pronto, a mediados de su segundo relato.
Si ya de por sí la psiquiatría se lleva de directas el foco de mi atención, el hecho de que sea en Nogroz, un mundo de magia y conspiraciones, de dragones y conflictos bélicos, de misterios antiguos y oscuras amenazas, donde se la va a ubicar... Es poco menos que un gran reto el que afronta Edgar Montserrat con ello.
Como he comentado, abrió de par en par esa puerta a inicios de novela, y era tan inevitable como recomendable cruzarla con toda la caballería. Y vaya si lo ha hecho.
¿Qué decidirías si pudieses vivir un día, semana o mes, de la marmota durante toda tu vida?
¿Y si encima fuese una feliz representación de lo que más identifica tu corazón como paz?
¿Te plantearías algo? ¿Asumirías sin más la perenne calma a tu alrededor y dentro de ti?
Esas son las preguntas que el inicio de ‘Desvelo’, la cuarta de las historias de esta novela, plantea de buen comienzo, a modo de primeras piezas de un puzle mucho mayor. Edgar se va a arremangar y darlo todo en una suerte de narración onírica. Un periplo que nos va a hacer viajar desde ese supuesto paraíso al que hemos hecho referencia hasta los infiernos que una psique pueda tener enraizados en su núcleo más subconsciente.
Todo con un único fin, que no es otro que el de plasmar la siempre difícil visión de la locura. Una visión que en Nogroz tenía que encajar suavemente en cuanto el autor llevaba construido, y permitir una grácil conexión con lo que quedaba por hilvanar. O al menos, así lo interpreté yo cuando los primeros compases me mecieron en la más bonita de las estampas de Numorgo, reino de buen hacer por parte de sus campesinos y agricultores. Y así lo seguí entendiendo cuando llegó la bruma oscura y dio comienzo la gran pesadilla.
En este relato, más que nunca, Edgar nos invita a sentir y dejarnos llevar.
Ya habrá tiempo para teorizar cuando logremos salir del horror que tan bien dibuja la pluma del autor. La misma que comentaba que nos tenía reservado todo un recipiente de tinta, que el autor emplea en las miserias más sombrías de la psique en este relato magistralmente conducido, planeado con una gran coherencia y finalizado con gran éxito.
Es un nuevo acierto en conjunto que llevo leído del libro.
Un ejercicio de gran carga transgresora con lo visto hasta ahora.
Por eso me he quedado tan satisfecho, porque creo que así debe ser toda representación psiquiátrica.
Puntual, explosiva e independiente. Como una implosión súbita en el orden de todo.
Lúgubre, dantesca y desesperante. Como un ancla extraviada hundiéndose sin más.
Y, por si fueran pocos ingredientes, Edgar le añade algo de luz, un hilo del que estirar, para completar un nuevo ejercicio literario fabuloso.
Enhorabuena por todo ello.
‘La sombra de los Ekuatan’ nos introduce en su trama mediante la estampa de un barco casi fantasma, a la deriva en plena noche y a la luz de la luna. Unas premisas preciosistas, que rápidamente incrementan el hype con el que, como lectores, nos iremos adentrando en su propuesta. En esta ocasión, la acción que de un modo u otro el autor ha ido empleando y dosificando a lo largo de la novela, va a dar paso a una lucha de mentes.
Ya vimos una al inicio del libro, muy parecida a priori, pero rápidamente aquí la partida mental de ajedrez va a adoptar tonos muy diferentes. Se trata de un juego de disfraces muy bien llevado, donde tanto el recipiente como el contenido gozan de carismas contrapuestos, ante la siempre magnífica recreación de una nueva maga.
Todo ello en un nuevo reino. Y nuevamente, mi sombrero quitándose ante su construcción, detallado y planificación de bellísima factura.
‘Alteración’, por su parte, es el relato que cierra la novela de Edgar Montserrat, y el principal culpable de que esta reseña vaya a peinar más ampliamente, y no en concreto, cada uno de sus últimos relatos. Y no se debe precisamente a que sea el peor, ni el más regular, porque sencillamente me ha encantado.
Un soberano guindazo, literalmente, han sido las palabras que he escogido para referirme a este cierre de libro en la lectura conjunta que hemos organizado.
Introducido con técnica narrativa sobradamente mecida por un creciente suspense, lo homogéneo de su estructura se ve enriquecido por fabulosos golpes de ingenio, además de un final sorprendente a todos los niveles.
Una revelación tanto para el relato, como para el libro en sí mismo y todo el mundo construido.
Esta primera incursión como autor de Edgar no podía haberle salido mejor.
Todos sabemos que en un inicio se suele pecar por algún lado, montando un escaparate en el que sacar a relucir carencias y hasta algún que otro talón de Aquiles.
Pues bien, Edgar Montserrat se ha montado con ‘Relatos de Nogroz’ un centro comercial completo. Y si todo ha cumplido, las joyas han brillado, el Daité ha fluido y todas las piezas han encajado en un buen hacer general estupendo, todo ello ya nos da pistas claras de la proyección abrumadora que tiene el autor por delante.
Muchos son los que en la actividad le han pedido airadamente más creación a Edgar.
Me uno a ellos.
El clamor unánime ante el cariño por una obra y la persona que mora detrás de ella no son meras pistas. Son pruebas. Verdades como puños que apuntan a que estamos ante algo que vale la pena regar y cuidar, porque a buen seguro nos va a regalar lo mejor de su psique y corazón para que en el camino no solo le leamos, sino que podamos viajar tan lejos como él decida llevarnos.
Ha sido un placer haber recorrido parte de la senda que debe conducir al artífice de ‘Relatos de Nogroz’ a la base de las cimas donde a buen seguro dará con una emocionante escalada.
Ha sido muy enriquecedor llevar la batuta de la actividad de lectura desde ‘Un universo en palabras’, aunque ya se le veía el plumero al asunto de buen comienzo, y no era otro que el del respeto, la admiración y la crítica constructiva.
No podía ser de otra manera con un libro que, disparando en tantas direcciones, construyendo sin descanso, sorprendiendo y emocionando, ha mantenido una constante en sus más de doscientas páginas.
Como si el flujo del Daité lograse entrar en el lector, alejándole de las sombras del pasado, extasiando su presente y endulzando su futuro.
Edgar, mi más sincera enhorabuena.