Esta serie pertenece a la obra 'La taberna: Una libreta para el recuerdo'
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Todos tenemos
buenas y malas rachas.
Dentro de ellas,
buenos y malos días.
A su vez, dentro
de ellos, buenos y malos momentos.
El trastorno
bipolar tiene la habilidad, en cualquiera de sus dos extremos de euforia o
tristeza, de introducir múltiples variables entre las que se encuentra la
intensificación crónica de ese malestar puntual en la mayoría de seres humanos.
Cuando lo padeces
durante toda tu vida, te das cuenta de que la mayoría de gente ve evidente que
la salida a ello es simplemente ‘aguantar porqué pasará’.
En los bipolares
esos malos momentos pueden transformarse en días enteros y épocas enteras. De
modo que resulta muy complicado aceptar que simplemente hay que dejarlo pasar,
pues en cualquier iteración de sesiones de tortura, ¿Podría la víctima actuar
con la certeza de que algún día será puesto en libertad?
Ignoro si esa
meta es alcanzable en mi caso por ahora, puesto que cuando llevo unos minutos
tratando de esquivar lo que se acaba instaurando horas o días inevitablemente
inundan mi cabeza las sensaciones sufridas en épocas de máxima desestabilización
del trastorno de mi pasado.
Épocas que
acababan en ingresos donde tenían que reducirme a la fuerza durante semanas.
Épocas donde el
tejido de la realidad se distorsionaba en un compendio de alucinaciones y
pensamientos psicóticos.
Épocas en las que
comportarse como un animal herido era la constante de una ecuación de malestar,
tensión y sufrimiento.
Uno puede lograr
estabilizar el trastorno, y tratar de pasar página dejando el pasado atrás,
pero es bien sabido que los fantasmas de éste pueden contagiar tu interior de
unas sensaciones ante las cuales solo la hipocresía permitiría afirmar tener al
margen.
Dentro de los
tipos de trastorno bipolar el que padezco, de tipo I lo que significa acentuado
al máximo, además es propenso a la psicosis, lo que hace que comparta características
esquizofrénicas en el terreno afectivo.
De modo que si en
un mal momento de un mal día de una mala época, o simplemente en un mal
momento, uno siente un odio y repulsión creciente hacia sí mismo, su estado o
su situación, lo mejor será que se mantenga aislado.
Pero en función
de la persona, y yo nunca he sido demasiado independiente, querrá pedir ayuda
de algún modo.
Y si a la mezcla
le añadimos problemas en la comunicación y demasiado orgullo con algo de
egocentrismo, cualquier llamada de ayuda no solo será inútil dada la naturaleza
de un problema que únicamente necesita tiempo, sino que acabará en conflicto ya
que los rasgos esquizofrénicos presentan sentirse amenazado o directamente
atacado por cualquier persona en cualquier situación.
Y en toda esta
explicación aún no he introducido el elemento que actúa de dinamita: El
alcohol.
Si el lado oscuro
de un trastorno bipolar sufrido desde la infancia hace que crezcas con severos
problemas de identidad por la constante alternancia de un caso a lo ‘Doctor
Jeckyll y Mr. Hide’, sumarle los cambios en el estado de ánimo de la adicción a
un tóxico como el alcohol da por resultado una auténtica catástrofe.
Imaginaos ese mal
momento en el que las particularidades del trastorno afloran, totalmente exento
de auto control por la ingesta de alcohol.
Pero estas
publicaciones tienen como objetivo dibujar el camino que estoy siguiendo en la
desintoxicación, de modo que ejemplificaré la problemática añadida del alcohol
desde su súbita ausencia, no menos conflictiva.
Ignoro si he llegado
a sufrir algún tipo de ‘mono’, pero desde luego me he visto catapultado, cada
vez que me topado con el muro personal que he interpuesto entre mi persona y el
alcohol, a un mundo de sensaciones donde, como introducía en la parte II,
cualquier tortilla que tuviese preparada para mi bienestar era volteada.
Si sales a la calle
con la intención de respirar y sentirte bien, acabas discutiendo por teléfono
con alguien especial sólo porque no sabe detectar a distancia los detalles de las
sensaciones que te carcomen, pese a que momentos antes de llamar has recordado
con sumo cariño y gratitud a esa misma persona.
Si te introduces
en un libro los personajes parecen atacarte con cada una de sus reflexiones o
diálogos.
Si escribes un
ejército sediento de sangre emocional apunta sus armas allá donde pongas tu ojo
interior.
Si escuchas
música tu mente hace presa de ti con la conocida tortura de las peores épocas
de tu pasado.
Si juegas a
videojuegos te sientes tan mal y estúpido como con cualquier otra actividad que
se te pase por la cabeza desarrollar.
Es como estar en
un laberinto del cual tener contrastado que todos los caminos son callejones
sin salida.
Excepto quedarte
donde estás y evadirte con una dosis de la droga que tanto conoces, un alcohol
que encima te tentará razonando por qué una porción de cerveza y dos de
limonada tan solo resulta algo refrescante y adecuado para, por ejemplo, el
calor del verano.
En ese punto, ese
chispazo en el que la semilla de la idea de consumir se planta en tu mente, las
posibilidades para ello se multiplican en apenas unos instantes.
Y a medida que
las vas rechazando parece que inyectes litros y litros de combustible a un depósito
conectado a los fuegos del trastorno bipolar de tintes esquizoafectivos.
Y sufres.
Y descartas pedir
ayuda por tu orgullo.
Y sigues
sufriendo.
Y tratas de pedir
ayuda.
Y te peleas.
Y sufres al ver
que si no sales del laberinto te vas a ahogar en la profundidad más oscura del
mar de tu traumático pasado.
Y contemplas como
la única salida es beber.
Mantienes esa
pugna viendo como el dejar pasar tiempo no funciona.
Te arde la cabeza
y decir que sientes 'mala leche' sería como aplicar el calificativo de charco a todo un mar.
Es entonces
cuando me reafirmo en que llevar a cabo un buen proceso de concienciación de
que uno va a dejar definitivamente el alcohol es prioritario de cara a las
inclemencias de un futuro tormentoso.
Pues lo único que
valdrá en situaciones como las que describo es la decisión de quien sufre de
que lo que tiene que hacer es seguir sufriendo, pase lo que pase, porque así lo
ha decidido.
Y en algún
momento indeterminado, que puede costarte más tiempo o menos, el mal momento
pasa como con el resto de mortales, dejándote con cara de que quizá has sido tú
quién ha montado un drama, viviendo un infierno por pura mala auto gestión.
Yo personalmente
pienso que cualquier enfermedad mental, cualquier adicción, o cualquier
combinación de éstas, presenta situaciones horribles que desde luego uno no se
provoca.
Pero que puede
vencer.
Y como en cada
tormenta que pasa, uno se alegra inmensamente de volver a ver el sol si ha
estado introducido en ella con una simple barcaza.
Es entonces donde
hay que seguir aprovechando el tiempo, seguir construyendo, seguir enlazando lo
que quizá se haya roto en parte o totalmente.
Acerca de esa luz
nueva hablaré en la siguiente publicación, la cuarta parte.
Para leer la 'Parte IV' sigue este enlace
Esta serie pertenece a la obra 'La taberna: Una libreta para el recuerdo'
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Muy bueno, y sobre lo que tu tienes la culpa, puede que en parte "si", pero no lo creo ya que por tu condición muchas veces no eres consiente de lo que haces o dices, con lo cual pierdes el control de ti mismo, así que en cierto modo no es culpa tuya ya que en esos estados no eres tu y no se es consciente de lo que haces.
ResponderEliminarPero ahora, sin el alcohol esas situaciones ya no estarán o será muy pocas, así que sigue en el camino que por muy duro que sea al final te hará muy bien, cosa que ya esta haciendo.
Sí que me está haciendo bien, es algo que supe prácticamente nada más empezar con la desintoxicación.
EliminarY qué decir que estés a mi lado para comprobarlo... Es algo precioso después de tanto 'lado oscuro'.
:)
Conociendo al autor me preguntaba dónde estaba la parte complicada y, fulminante como un rayo, aquí está, dura, directa y demoledora. Es este un ejercicio impresionante de autoafirmacion donde sin ninguna clemencia se nos asoma a un mundo cruel que te hace pensar y , sobre todo, valorar realmente el tremendo esfuerzo que debe realizar para aparentar normalidad cuando uno está inmerso en un auténtico " lago de fuego ". Aquí estamos para valorar la parte literaria. Chapeau! Pero en la parte humana un sobresaliente para esa lucha feroz de la que por momentos está saliendo vencedor. Después de la tempestad viene la calma, del mismo modo espero ahora la luz que a buen seguro llegará. Saludos
ResponderEliminarGracias :D
EliminarSi bien por el momento estoy saliendo vencedor en el aspecto de que la lucha no decae y me mantengo firme, bien es cierto que ya he podido disfrutar y saborear lo que esa calma llena de luz a la que te refieres aporta.
De eso tratará, tengo pensando, la cuarta parte de estas publicaciones.
Me alegro de que la parte más complicada de transmitir te haya llegado de algún modo.
Nos leemos, un saludo.
Es sencillo opinar y comentar las palabras de otra persona. Imaginar qué representan y valorarlas. Pero nunca jamás alcanzaremos a igualar la intensidad y el sentimiento del que las ha escrito. Simplemente porque no somos él. En este caso, es harto complicado. Porque estamos ante una lucha casi imposible, primaria y diaria. Cíclica, intensa... y quizás el mejor aprendizaje que podemos extraer es que el autor batalla cada día. Amanecer tras amanecer, sombra tras sombra. Y con ello, sólo consigue una cosa. Renacer. Y sólo por ello, o por el valor que demuestra, o la capacidad de crear, debemos considerarle un luchador nato.
ResponderEliminarCitando a Haruki Murakami:
"Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro de si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa sí es segura. Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata esta tormenta"...
Esa cita de Murakami es genial.
EliminarTanto si se trata de un proceso de renacimiento como de evolución o aprendizaje, o todo junto, lo cierto es que merece la pena luchar por ello.
Lograr vencer y poder dejar atrás una etapa donde has conocido la parte más oscura y amarga de aquello que te atormenta te reporta sin duda una experiencia que entre otras muchas cosas te permitirá no volver a caer en errores del pasado, pudiendo avanzar hacia nuevas metas, nuevos horizontes.
El aire nuevo en un lugar cerrado y viciado durante demasiado tiempo me resulta, ahora que empiezo a respirarlo, indispensable.
Un abrazo Jam