domingo, 5 de noviembre de 2023

Mis reseñas: Torpedo 1936 vol. 14 ¡Adiós muñeco! (Enrique Sánchez Abulí & Jordi Bernet)


 


RESEÑA



¿Quién diablos prevé que una amalgama de prostitutas, alcoholes, armas, sangre y venganza va a resultarle del todo educativa?

 

Sexo, vicio, violencia.

Blanco y negro.

Una bonita fachada.

 

Es quizá lo que este volumen de la obra ‘Torpedo 1936’ proyecta como si estuviera armada de fuegos artificiales hasta los dientes.

Sin embargo, como en todo festival pirotécnico, si uno se mueve un poquito, en seguida se puede dar con el doble fondo del cajón de la feria. Pues, como en todo, si se sabe observar debidamente, siempre suele haber una generosa cantidad de aspectos extra a analizar.

 

Me gusta lo underground. Lo que, a posta o de potra, queda entretejido entre los componentes de cualquier obra de arte. El tipo, buen amigo ya, que me prestó este volumen, bien debía saberlo de antemano.

Como regente de una fusión de taquería, restaurante, club de jazz y pub, debí esperar de él que sus gustos fuesen, cuanto menos, refinados y muy brutos. La dupla puede parecer una contradicción en sí misma, pero entrando en materia con el cómic del que hablamos, pronto veremos que, de la colisión de conceptos, puede manar algo excelso.

 

No soy un dibujante que vaya más allá de obsesionarse con el detalle de la copia.

Tampoco un escritor que pueda jactarse de dominar el noble arte del guion.

Pero mis ojos saben ver y mi mente, aparte de impresionable, suele hacerse rápido la maleta ante la perspectiva de un buen viaje.

Y vaya si este ‘¡Adiós Muñeco!’ de Torpedo 1936 me ha hecho viajar.

 

En el cuaderno de bitácora siento que hay información para extenderme hasta la saciedad. De modo que tiraré del índice que he garabateado en mi cabeza.

Lo primero es lo primero. Uno observa portada y contraportada y lee sinopsis. 

¿Qué puedo decir de la presentación de Jordi Bernet?

Pues que el que se hiciese cargo de la herencia paterna de las viñetas tituladas ‘Doña Urraca’ ha llamado poderosamente mi atención. Que esté detrás de ‘Clara de noche’ ha terminado de abrir mis ojos, apetito y expectativa.

¿Qué decir del guion de Enrique Sánchez Abulí?

Esta respuesta ya pasa a introducirse en la obra misma pues, como reza la sinopsis de ‘¡Adiós Muñeca!’, esta pareja de artistas ha estado más que bien compenetrada.

 

Segundo punto del cuaderno de bitácora del viaje que me he pegado.

La historia es brutal.

Recoge el aura de cuanto pretende trasladar al lector.

Luca Torelli, el propio Torpedo que pone nombre a la serie, va a ponerse bajo el foco del protagonismo en un conjunto de historietas que nos van a sacudir mediante continuos flashbacks y saltos de trama, paseándonos por escenarios variopintos con el claro eje motriz tan característico del género negro.

Así pues, diría que deberían abstenerse de entrar aquí aquellos lectores que no quieran cohabitar durante 50 páginas exquisitas con los típicos tópicos más crudos que suelen venir a este mundo con la mochila natal. 

Se nazca cuando se nazca.

Ahí van a estar las triquiñuelas entre socios, amantes y familias.

Las sombras de un mundo despiadado y violento, proyectadas en el par de cojones que Torpedo le echa al asunto.

Como peces en el agua, nuestro gángster y su sicario Rascal van a pasearse en ‘¡Adiós Muñeco!’ por multitud de escenas y escenarios. Y tanto va a dar si son diurnos o nocturnos. Si muestran infancia o madurez. Atracos o fiestas.

Todo va a acabar como un delicioso rosario de la maldita aurora gracias a la impulsiva, sarcástica y extremadamente carismática personalidad de Torpedo.

 

Todo ello, por si fuera poco, ilustrado con tal maestría por parte de Bernet, que uno, por momentos, siente que debe revisar a media lectura si dispone del arma cargada bien cerca. Por si acaso. El retrato de la época, el marco de los acontecimientos y el reflejo de cada pequeño detalle provoca que, indefectiblemente, uno no asista, sino que esté en pleno meollo en todo momento.

 

El tercer y último punto del cuaderno de bitácora deben ser mis impresiones finales. Y hay una frase, ya en la última viñeta de este volumen de ‘Torpedo 1936’ que analizamos, que me sirve de lección y atajo: “Yo solo fui a ver si podía joder y acabé bien jodido.”

Puesto que algo me impulsaba a entrar con recelo en esta obra y, en verdad, no era más que la antesala de un nuevo hito que, sin duda, añadiría con los ojos cerrados a la sección más mítica de mi propia biblioteca.




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