Acabo de vaciar un litro de
Shandy por el fregadero.
La shandy es algo así como una
cerveza enmascarada. Con menos de un grado de alcohol, resultaría bien sencillo
beber el brebaje sin tener consciencia alguna de que uno se está drogando.
Precisamente el hecho de haber
vaciado el contenido de la botella por un lugar que no es mi garganta otorga
honestidad a estas primeras palabras. Primeras de muchas, espero. Pues me encuentro
alcanzando la nada despreciable cima de dos semanas sin beber alcohol.
He decidido comenzar así esta
travesía literaria para dejar constancia de lo sencillo que puede resultar
mandar al carajo todo lo que se vaya obteniendo por el camino de la desintoxicación.
Hace ya tres años, me encontraba
en una situación muy semejante a la que ahora me ocupa.
De una noche insomne emergió
un texto que acabó por titularse “Experiencia Bipolar sin alcohol”. Éste tuvo
continuidad, y en la perseverancia por dejar atrás al tóxico, se fueron
sucediendo los ensayos, uno tras otro, hasta verse coronados por una décimo
octava parte en la que se cantó victoria demasiado pronto.
Como en la misma vida, de los
fracasos se aprende, tratando siempre de dejar atrás el lastre del pasado para
que el peso no ralentice demasiado nuestros pasos.
De modo que aquí me encuentro,
caminando, quejumbroso por la depresión primaveral, hacia ese desconocido
horizonte que siempre se dibuja en los últimos meses del año.
Este texto también va de
bipolaridad.
Una enfermedad cruel que te
trata mal en sus fases bajas y aún peor cuando te alza al olimpo del estado de
ánimo.
El mero hecho de que me
encuentre con ánimo de redactar estas líneas ya resulta una señal de alarma.
El mero hecho de que en mi
doceavo día sin beber me haya visto en la tesitura de empinar o no el codo con
la maldita Shandy también.
Sin embargo, alarmas aparte,
lo cierto es que me alegra enormemente haber redescubierto y desempolvado este
magnífico bastón como es la escritura.
Gracias a ella, puedo tratar
de plasmar mi realidad del modo más ajustado posible, en un intento por trasladar
al papel lo intrínseco a lo que considero una etapa clave en la aventura de mi
vida.
Estoy viviendo de nuevo en Barcelona.
La ciudad de mis sueños y la
morada de mis peores pesadillas.
Un océano de experiencias que
llenaron de ríos de tinta los lienzos del pasado. Que peinan con su oleaje mis
estados de ánimo presentes. Que susurran ecos desde el futuro, con la dulzura
de las musas de mi más arraigada esperanza.
Para proporcionar una idea del
control férreo que he dispuesto sobre lo maníaco de mi patología, baste con
decir que dispongo de ocho especialistas siguiendo mis pasos.
Desde el trabajo social a la
psicología, desde la enfermería a la psiquiatría, pasando por sectores de
reinserción, de este caldero de innumerables ingredientes habrá de salir como
resultado el sabor de mi futuro a medio plazo.
Pienso en mi enfermera del
centro de drogodependencia.
En lo sincero y cercano del
aprecio que le intuyo hacia mi persona.
Cuando has pasado meses
recogiendo las migajas de una sociedad egoísta y cruel, encontrarte con fuentes
de calor y depósitos de energía que se ofrecen sin reparos resulta de lo más
reconfortante.
Sí, es su trabajo. Pero en mi dilatado
periplo por los circuitos de la salud mental, puedo garantizar que no resulta habitual
adquirir una actitud tan cálida con respecto al paciente.
Es algo que me alienta a luchar
día a día, desde el mismo frente de la batalla.
Ese lugar en el que, por uno u
otro motivo, los míos no pueden estar.
¿Significa esto que adolezco
de una profunda soledad?
En absoluto.
Los míos se manifiestan,
ayudando y apoyando, de variopintas maneras.
Unos conteniendo el aliento,
fruto del espanto que genera lo delicado de mi situación en la gran ciudad. Otros,
manteniendo un hilo de comunicación constante que me sirve de lecho para
descansar cuando no puedo más, de espejo donde mirarme cuando requiero de un
auto análisis crítico y de esa sana compañía que tanto cuesta encontrar en este
mundo corrupto. Ese tipo de compañía que te demuestra un amor incondicional,
una alianza irrompible, ya sea en el ámbito familiar, de amistad o de relación
sentimental.
También existe, cómo no, la
otra cara de la moneda.
Esas heridas que aún me sangran
mientras escribo y medito.
Nada destacable, supongo, para
un lector que si ha llegado hasta aquí es porque dispone de sus propias
cadenas, sus propios fantasmas y demonios.
La diferencia supongo que
radicará en el cansancio emocional.
Vengo de más de medio año de
fase maníaca a la que, puntual, ha tomado el testigo una etapa depresiva.
Para eso dispongo de tanto especialista.
Esta vez, este año, me he puesto
entre ceja y ceja la estabilidad. Para ello, no bastará con la magna tarea de dejar
un tóxico que me ha acompañado por más de dos décadas. No bastará con tomar
religiosamente la medicación, haciendo uso de todas las muletas posibles.
Evidentemente esos dos
soldados son más Comandantes de mi ejército que otra cosa.
Son reinas en mi partida de
ajedrez.
Sin embargo, frente a mí se
sienta mi archiconocido rival. El Monstruo, con la psicosis como arma de
destrucción masiva.
Ante él no vale descuidarse.
No vale no dormir.
No vale no comer.
No vale obsesionarse con un
frente en concreto.
Sumidos en tal partida de ajedrez
ante lo más destructivo de nosotros mismos, más nos valdrá cuidar de cada peón
que alberguemos en nuestras filas.
De eso tratarán en parte los
ensayos que sigan a esta primera parte de mi Segunda Experiencia Bipolar sin
alcohol.
Un camino que, una vez más,
apunta a un norte cada vez más ambicioso, aunque, al mismo tiempo, más lejano y
esquivo.
Estáis invitados a acompañarme.
Como lector fui parte de la primera serie de ensayos que conformaron la EBSA, experiencia bipolar sin alcohol. Ya entonces quedé gratamente sorprendido por la fluidez y calidad literaria que los envolvía. Voy a seguir atentamente esta nueva serie de entregas en la que ya intuyo un nuevo salto cualitativo. Se nace esccritor, o al menos eso pienso yo, pero Victor nos demuestra que también se evoluciona y en este caso para bien. Saludos
ResponderEliminarSí, estuviste en las EBSA así como en tantos otros relatos y ensayos, cosa que te agradezco enormemente. Del mismo modo, me hace muy feliz tenerte en esta nueva aventura en forma de Segunda Experiencia Bipolar Sin Alcohol, que espero consideres, cuanto menos, a la altura de la serie de ensayos de hace tres años.
Eliminar¡Un saludo! :D