domingo, 26 de noviembre de 2017

Entrevista con la melancolía





ENTREVISTA CON LA MELANCOLÍA





“Que patético resulta describir cosas que no pueden describirse”


El trastorno bipolar, la enfermedad mental en general, entremezclada con el mundo vampírico, en mi opinión da para mucho. En esta entrega del símil voy a centrarme en cuatro de los principales protagonistas del film ‘Entrevista con el vampiro’. Mediante la personificación en ellos de diferentes aspectos relacionados con mi trastorno, espero introducir una nueva perspectiva dentro de esta serie de artículos en los que ando enfrascado.
El primer personaje es también lo que considero la raíz de toda problemática bipolar, Louis, el torturado y eternamente nostálgico vampiro, o lo que es lo mismo, la melancolía.
Puede parecer que un bipolar en fases depresivas no sufra más que un episodio de descompensación en sus neurotransmisores. Sin embargo, siempre habrá una gran pérdida, o un gran vacío provocado por la ausencia, atrás en su pasado. En mi caso esa carencia se adentra plenamente en el territorio afectivo, donde por algún motivo que se me escapa me encuentro gravemente “enfermo de las emociones”.
Esas carencias afectivas que arrastro no tienen nada que ver con una infancia traumática. O sí. Los hilos que tejen el camino de alguien hipersensible siempre incluyen una amplia gama de colores en los que, si se incluye el conocimiento de la muerte, o directamente se heredan ciertas sensaciones dolorosas, el resultado a dar puede no ser otro que una pieza tan melancólica como el propio Louis.
No obstante, a los que nacemos con trastorno bipolar activo o latente, siempre nos espera un encuentro de lo más inolvidable que habrá de marcar el curso de nuestras vidas.


  
“Haz lo que te ordena tu naturaleza, esto es tan solo una muestra, haz lo que te pide tu naturaleza”


Lestat.
Un vampiro, y un trastorno, del que no sabíamos nada. Es la energía, es la llamarada que incrementa la intensidad de la luz, es el optimismo radiante de quien no solo disfruta de las mieles de la vida, sino que las roba y las devora.
Un día cualquiera a un bipolar se le dispara su primera fase hipomaníaca. De hecho, antes del diagnóstico final, pueden acontecer múltiples fases y que la enfermedad siga desapercibida. Lestat representa en mi vida todo lo relacionado con los picos altos del trastorno.
Incluso cuando tras una escalada enfermiza a la conquista de cualesquiera que sean las indicaciones de una mente ya desequilibrada, las cosas se tuercen y acaba uno calcinado en el dolor, no solo de su propio fracaso, sino por la tortura de saberse marchito y apagado, incluso entonces la manía brilla agazapada en el interior de nuestra mirada.
Incluso cuando se suceden los ingresos psiquiátricos y molen a palos la posible testarudez del paciente, éste es posible que siga efectuando virajes, transformándose de nuevo, renaciendo de sus cenizas, para brillar como la rubia melena del vampiro interpretado por Tom Cruise.
En esta comparativa ya hemos perfilado a dos personajes, que a su vez han servido para que intente plasmar la esencia de lo que significan para mí tanto la euforia como la melancolía que acompañan siempre al enfermo maníaco depresivo. Vamos a mezclarlos. ¿Qué se supone que hace Lestat cuando entra en contacto con Louis? Busca la unión perfecta, cosa que, sin embargo, no puede acontecer debido a esas carencias afectivas que anteriormente han salido a la palestra. De modo que a Lestat no le queda otra que ir en busca de algo, alguien, que pueda llenar ese vacío. Y lo hace según su propio estilo, brillando y tarareando su más exquisita melodía, que parece actuar de imán para muchas personas.
La manía dispuesta a tender una mano a su melancolía para que el conjunto sea perfecto.
No obstante, ¿Existe la perfección en el terreno afectivo?



“Sus labios eran rojos, su aspecto libre, sus rizos eran tan amarillos como el oro, su piel era tan blanca como la lepra, ella era la pesadilla, la muerte en vida, que espesa la sangre del hombre con el frio”


En la adolescencia una mezcla de ingredientes logra que cierta suerte de romanticismo se suela imponer a las crueldades de una realidad que más que conocer, intuimos. Eso puede lanzarnos al equívoco de vernos sumidos en una búsqueda incesante del amor perfecto, de la pasión que no se apaga, del paraíso en vida para una hipersensibilidad con carencias afectivas y enferma en sus mismas emociones. Y, a veces, puede parecernos que lo hemos logrado, que hemos encontrado a esa persona.
En el film que nos ocupa, la jovencísima Claudia representa todo eso, y más, para Louis. En lo que respecta al análisis de esta entrega de ‘El símil’, es como si la parte melancólica bipolar diese con aquello que llena por completo su pozo de las miserias, su vacío interior. Como si se lanzase de repente una promesa de que lo depresivo del trastorno no tiene por qué regresar nunca más.
Pero el barco lo seguirían capitaneando las fases cíclicas de manía. O lo que es lo mismo, que en esta familia Lestat es el que manda. Este aspecto es algo que, en el film, acaba por costarle caro al vampiro, que ve como “el amor utópico” se lo arrebata todo en un, justificado o desagradecido, brutal intento de asesinato.
Eso es precisamente lo que representa Claudia para mí, los buenos y los horribles momentos en el terreno sentimental, desde el que siempre, cuando me encuentro en un pico alto, doy con una Claudia para Louis, hasta que se apaga el brillo inicial, y la voz de un cuarto, desapercibido pero importantísimo personaje, obtiene turno en este texto.



"Todas las cosas que te hicieran feliz, me harían feliz a mí; y yo sería el protector de tu dolor"


Armand representa la estabilidad.
Como en el film, donde este vampiro se encuentra atrincherado en su “Teatro de los vampiros”, que relaciono en gran medida con la estructura de grupos de ayuda que existe en las entrañas del mundo de la salud mental.
Y como toda estabilidad que se precie, acaba por despertar a uno del sueño en el que se encuentre sumido.
Claudia habrá de morir condenada por las huestes de Armand, en una escena tan dolorosa y emotiva que no me cuesta echar la vista atrás y cerrarla, para vislumbrar la enfermiza intensidad de la mayoría de rupturas sentimentales que quedaron atrás en mi pasado.
¿Eso es lo que hace la estabilidad? ¿Arrebatarnos nuestros mejores sueños, nuestras alas y nuestra ilusión por volar a los bipolares?
En un principio Louis queda prendado de Armand, desea con todas sus fuerzas permanecer junto a él. La estabilidad, tal y como vemos en la última cita, también desea que la melancolía permanezca a su lado. Así pues, todo apunta finalmente en una dirección final: El rechazo a Lestat, a la calidez que emanan las calderas en ebullición de la mente bipolar cuando despierta.
Armand, la estabilidad, parece sentirse condenada tras una larga y rutinaria época, languideciendo en un aburrimiento existencial. Así que no resulta descabellado que quede prendada por la melancolía de Louis, que cuanto menos arrojará cierto desequilibrio a una mezcla que resulta tan tediosa como soporífera a quienes hemos vivido en estados alterados por demasiado tiempo.
Independientemente de lo que decidan hacer ese par de vampiros en lo que refiere a esta comparativa, me despediré narrando algo sobre una risa. Una risa que ha sonado desde el mismo momento en que has comenzado a leer este artículo, y que ha ido creciendo, aguda y en su mundo de maravillas, hasta llegar a este instante. Es Lestat. Siempre es Lestat el que vuelve.

“¡No puedes matarme, Louis!”
(Lestat, entre risas cómplices)


Todas las imágenes están sacadas de Google
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2 comentarios:

  1. Muy buen artículo. Con esto se entiende más lo que sienten los bipolares.
    Y aunque yo siempre he adorado a Lestat, en su versión bipolar no me gusta nada y es una pena que siempre vuelva

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  2. Para comentar este escrito me veo en la obligación de confesar que soy un lector acérrimo de Anne Rice, y por tanto de sus " crónicas vampíricas ". Es excitante el intento del Autor de llevar ese vasto universo recreado en torno a las criaturas de la noche al entorno de la bipolaridad.
    Empecemos pues a desmenuzar, siempre con respeto, lo que aquí se nos muestra. Efectivamente el Autor acierta con la descripción de los personajes y sus rasgos de personalidad. La salvedad obvia es que sea como sea el vampiro necesita alimentarse y, por tanto, entra en acción cuando esa necesidad es imperiosa saltando por encima de sus rasgos y estados emocionales.
    Louis es efectivamente un personaje torturado, muy cercano a la melancolía y en muchas ocasiones ciertamente con rasgos depresivos muy definidos. Estos rasgos pueden ser debidos a que intenta desesperadamente no perder su humanidad y los valores de amor, ternura, compasión y otros que lo conforman como ser humano. El símil empleado con él es muy bueno y, efectivamente, choca frontalmente con los valores totalmente contrarios de su creador Lestat.
    Lestat, que decir de él, es una criatura cuya trayectoria vital empieza de manera abrupta, creado por Magnus se ve privado de toda enseñanza y apoyo ya que éste desaparece sin más dejándolo totalmente desamparado. Un joven vitalista y soñador que se ve abruptamente lanzado a un estado totalmente nuevo y desconocido. Su reacción es el desenfreno y el vitalismo llevado a sus límites paroxísticos. No es de extrañar, pues, su desconcierto al ver que su amado Louis, al que crea, es totalmente opuesto a él en ese sentido. Lestat recrea y da forma sin duda al estado alterado de la manía y aunque sabemos que con los años esa situación cambia en lo que respecta su encaje en la bipolaridad es perfecto.
    Claudia es creada por Lestat con el fin de dotar a Louis de una compañía adolescente, casi infantil, donde éste pueda dar rienda suelta a sus ansias humanitarias. Con el tiempo se demuestra el tremendo error que comete ya que la personalidad adolescente de Claudia, atrapada en el tiempo, no puede madurar y presa de inseguridades, miedos y, sobre todo, de la imposibilidad de crecer y convertirse en adulta no tarda en comenzar a culpar a Lestat, en este caso maníaco, de todos sus males aprovechándose de la humanidad de Louis para conjurar e intentar destruir a su creador.
    Armand es un personaje curioso, sosegado, tranquilo, a la vez duro y tierno. Ha sido capaz de sobrevivir 500 años y eso le ha dado una madurez espectacular, representando a todas luces la estabilidad emocional. Armand da a Louis y Claudia una lección de vida. En el caso de Louis le ofrece su compañía y amor para ayudarle a superar su melancolía depresiva. En el de Claudia es más feroz e implacable. Nadie debe verse atrapado en la adolescencia para siempre y pone trágicamente fin a esa situación.
    ¿ Es Armand un personaje hastiado ? Es posible pero la chispa que en él se produce cuando conoce a Louis me lleva a pensar que no, puede más bien ser la falta de alicientes, de personas o seres en los que volver a volcar sentimientos que, aunque ocultos, están deseando salir y mostrase. Es, pues, un tremendo símil del bloqueo de las emociones.
    Por fortuna Lestat pronto se da cuenta de que su conducta no conduce a nada bueno e inicia una búsqueda desesperada de explicaciones a todas sus preguntas existenciales, lo que le lleva a fantásticas y, muchas veces, aterradoras situaciones en las que pone a prueba su propia estabilidad vital. Absolutamente abrumado por todo desconecta brutalmente y cae en la más profundas de las depresiones, de donde será rescatado por su amado Louis, para finalmente iniciar su propia búsqueda de la estabilidad ayudado por un núcleo duro de personajes que le aconsejarán y soportarán todos sus disparos emocionales dándole apoyo vital y amor incondicional.
    En definitiva me ha gustado mucho y mis disculpas si me he extendido demasiado.
    Saludos

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