domingo, 15 de septiembre de 2019

Boig per tu







"Se muy bien que desde este bar yo no puedo llegar donde estás tú"



La vida terrenal.
Tan carente hoy en día de sentido.
Un significado esquivo que hace que la mayoría de nosotros desperdiciemos buena parte de nuestro tiempo nadando, sobreviviendo a las corrientes.
Pero un buen día uno se para.
Mira al cielo.
A los que se fueron, a los que no están, a los que están por llegar. O a lo que está por llegar.
Tanto da, pues las lágrimas afloran leales a la causa.

La certeza de la desolación es algo a lo que no todos se enfrentan. Yo lo llevo haciendo como principal política de vida desde que prácticamente tengo recuerdos.
Recuerdos teñidos de pérdida y garabateados con las muertes de seres queridos.

¿Y sabéis qué?
No siento que nadie se haya ido.

No siento que lo peor esté por llegar.

Bien es cierto que un puño en la garganta hace que escriba apartado del teclado para no salpicarlo de llanto.
Pero también lo es la sonrisa que siento en mi corazón mientras tecleo.
Como si me dirigiese a lo invisible e imposible, a lo incierto y a lo iluso. Justo donde apunta siempre mi brújula, sabedora, de algún modo, de que ahí es donde la existe la magia de lo imperecedero.







"Pero en mi copa veo reflejada tu luz"



¿Alcoholemia?
Cuando mi punto de mira se fija en la dirección que nos ocupa, bien poco me importa el término adicción, insomnio, patología y demás cánceres que la sociedad crea con mimo para capturar con vil premeditación.


Hablaré de mi copa con total cariño.
En ella, parecen contenidas las llaves de mi nostalgia. 
La combinación de la caja fuerte de mi melancolía.


Diversos cantantes entonan el estribillo de ‘Boig per tu’ mientras escribo.
Creo que, de algún modo, estamos juntos.
Ellos y yo.
Vosotros y yo.
Los que se fueron y yo.


La impotencia es tal que uno se agarra a un clavo ardiendo, diréis.
¿Qué tal si os cuento que cuando canto al techo de los múltiples lugares en los que he vivido, puedo casi sentir la membrana que nos separa los unos de los otros?

Esta es una vida individualizada, donde la empatía y la telepatía son vistas más como horror que como bendición.
Esta es una vida en la cual los sentimientos son algo a esconder y proteger.
Sí, estoy de acuerdo en que coexistimos con cavernícolas a los que ignorar supone llamar su atención. Pero estamos hablando de luz.
Curiosamente, de luz atrapada en la copa de un tóxico.
Una contradicción que valida el sentirse ebrio.

Una contradicción que acerca, y de qué modo, a todo cuanto de veras importa.






"Servil y acabado, loco por ti"



Me he visto brindando por lo imposible durante más de media existencia.
A veces lo he sentido tan cerca que quemaba mi interior.
Hoy mismo apostaría mis manos a que he encontrado al amor de mi vida.

La fe, tal y como esta concebida por la hipocresía del ser humano, me provoca repelús.
Sus iglesias y religiones… Sus templos erigidos para garantizar un caduco bienestar anímico.

No ocurre así con la figura Creadora.
No me resulta descabellado brindar por ella, vivir por ella y luchar por ella.
La humanidad ha deformado el reflejo que me devuelven los espejos de sus miradas. Cientos de miles de calificativos insultantes actúan de tirador de vuelta a su triste realidad.

Pero siempre, una vez más, aunque dilatada en el tiempo, regreso a la mirada de ese Dios tan esquivo para todos.

Ese ente está en todas partes.
Bastaría con amar una piedra para amar al universo.
Yo me he pasado la vida despreciando las piedras, sin darme cuenta de que las montañas de su acumulación me castigarían con furiosas avalanchas.

Pero este texto va de algo tan mágico, irreal e intangible como es la fe.

Este texto es un nuevo dardo a la diana, no de esta vida, sino del eterno periplo.

¿Sabéis qué?
Si por un solo instante, con todo lo sufrido y aprendido, puedo volverme loco de amor, me daré por satisfecho.

Me he vuelto loco por muchas cosas.
Ahora la locura sería querer estabilizarme para garantizar que esa chiquilla sonría sin cesar.
Pues en sus ojos veo el universo entero.
En su corazón siento la misma hoguera que, a duras penas, he logrado mantener encendida hasta aquí.


De eso, de núcleos cálidos desde los que mirar a las estrellas, trata la verdadera vida.

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