martes, 16 de julio de 2019

El reflejo del susurro musical: Sex, Drugs & Rock 'n Roll



Todos juntos tumbados sobre la gravilla del gran campo de fútbol.
La noche profunda reinaba cuando un joven posó su mirada en la rubia melena de su acompañante más cercana.
La reconoció al instante. Tenía esa capacidad con la que un simple mechón de esa dama le hubiese servido para rastrear su identidad. Y no solo la actual. Décadas atrás debió ser una mujer despampanante, y lo cierto es que aún conservaba belleza tras sus arrugas y una deliciosa silueta.

Aún adormilado, dejó caer su mano a los cabellos de su acompañante, que rio traviesa. Alzó su cabeza para mirar al joven, y en cuestión de segundos se revolvió para abrazarse a él.
Algún día me tocará a mí… —A la espalda del chico, una segunda mujer, más joven y obesa, parecía sumarse a la fiesta, puesto que el joven se descubrió recostando su cabeza en la entrepierna de ésta.
La sensación era agradable.
Viejas conocidas para él, aquellas dos chicas le otorgaban la sensación de pertenencia a un extraño hogar. No obstante, se levantó.
La rubia quiso seguirle, pero a los pocos pasos se distanció de la multitud estirada sobre el suelo para descubrirse paseando abrazado por una negra y solitaria noche.

Algunos amigos de la escuela más temprana aparecían para comparar abdominales, y lo cierto es que, aunque algo rechoncho, conservaba una buena fortaleza en su cuerpo.
Mientras se disponía a recoger algunos mecheros del suelo, extraños trofeos de lo que parecía el esbozo de un raro triunfo, una adolescente daba grandes zancadas en dirección a ninguna parte.
También la reconoció, aunque ella no parecía recordarle a él.
¿A dónde vas? —Le dejó ir a modo de tanteo. La ruleta de posibilidades no incluía en su repertorio el que se besasen tan rápido, pero con lo que el chico se quedó fue, más que con la calidez y cercanía de esa boca hambrienta, con la sensación que le reportaba acariciar sus brazos desnudos.

Recuerdos de una especie de peculiar misa le asaltaron mientras comenzaba a sonreír a los cielos nocturnos.
Una gran multitud que se abrazaba para, llegado el turno individual, sacudir el cuerpo pasando así el testigo al siguiente miembro de la danza. Una comunidad que sentía la libertad de un modo extremo. No se entregaba al contacto físico solo por vicio. Era como algo lógico, un manto de cariño con el que cubrir las carencias de toda una, o varias, vidas.

Finalmente, descubriendo un balón de fútbol, se mantuvo al margen de los muchachos que jugaban un partido en la portería cercana.
Él escogió otra, más alejada. Más solitaria.
Mientras disparaba, la rubia y la obesa parecían esperarle sonrientes.
Mientras apuntaba a la escuadra cada disparo, sentía como, muy cerca, el aliento de la adolescente le buscaba en un deseo húmedo.

Entonces el reino de Onírica amenazó con expulsarle.
Justo antes de despertar, una pregunta le asaltó.
Repentinamente fue consciente de que todos los allí presentes habían o iban a ser carne de psiquiátrico. Que habían peleado. Habían montado su revolución.
Al mundo al que iba a regresar, se dijo mientras formulaba al aire la pregunta, no le iban esas cosas.

¿Contener el Sex, Drugs & Rock ‘n Roll es el verdadero objetivo de la nueva Santa Inquisición?








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