Siempre fuimos más felices.
Cuando el rock’n’roll de la juventud recorría nuestras venas y una nostalgia sin nombre buceaba en la eterna melancolía.
Cuando los primeros frutos maduros se pudrieron en nuestra boca, dejando el amargo sabor de, quizá, una mala promesa.
Cuando los atardeceres refulgieron luz de amanecer, mientras que, en un futuro próximo, el inicio del día sabrá a miel.
Siempre fuimos más felices.
Cuando familia era una palabra incorruptible.
Cuando presente implicaba energía y conllevaba esfuerzo con recompensa.
Cuando el futuro es irse de la pirámide. Cuando no interesa codearse ni con el borrego ni con las sectas.
Siempre fuimos más felices.
Guitarra en mano, con forma de libro o teclado, con aspecto de instrumento o pincel, con alma de artista sumiso o rebelde.
Siempre fuimos más felices.
Incluso cuando el sol se puso, la guadaña de la muerte no era más que el tajo de una dulce sandía.
Recordaba a esa miel... La miel de una nueva aventura.
Siempre fuimos más felices.
Buscamos la luz de un nuevo día.
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