¿No estáis cansados?
Las aguas tranquilas de este lunes esconden todo aquello que no se desea ver. Pero la verdad es que ni es cosa del lunes ni del año, ni de las circunstancias puntuales ni de la época.
Me decía una gran amiga que todo suele fluctuar cual marea. Incluida la misma amistad.
Yo creo que lo que en verdad ocurre es que rezamos por que suba la marea. Por cubrir rápidamente el iceberg de nuestras miserias para poder adular la vida mediocre que, irónicamente, tanto criticamos.
Un pozo de mierda recubierta por los bien sabidos escudos. Que si solo son redes por aquí... Que si la vida es dura para todos por allá...
Al final, solo importa ese núcleo del que es eje uno mismo. Es tal el estado de terror, tal el abuso de maquillaje matutino, que toda la base de pesadillas, confesiones, vulnerabilidad y necesidad queda relegada a la base del iceberg de quien en verdad somos.
¿No estáis cansados?
No lo pregunto. Lo advierto.
Porque si el mar se desvanece, si el mundo cambia hasta revelar los verdaderos rostros... Entonces nuestros icebergs se desharán en la ciénaga. El mismo pútrido lodazal que se alimenta de las envidias, el cinismo y la brutal hipocresía con los que muchos enarbolan estandarte en la cima de sus malditos castillos.
¿No estáis cansados?
El mundo que se desintegra sí.
El universo que nos da la espalda también.
Y eso que aún no llega el azote justiciero. Los grilletes por lo forjado y las cadenas de lo perpetrado.
Pero es preferible revolcarse, en secreto y como cerdos, ante los malos sueños de la propia conciencia, que salir adelante con corazón sincero.
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