RESEÑA
INTRODUCCIÓN
Son ya un buen puñado de años los que entrelazan mi trayectoria literaria con la de Miguel Costa.
Una suerte de camaradería ha brotado de todo ello.
Por eso, el hecho de abrir una novela suya supone algo así como un regreso a un hogar largo tiempo anhelado.
Una morada que se me presenta en coautoría con quien, hasta hace poco, representaba un misterio para mí al teclado.
Tras un agradable prólogo bien conducido, uno se encuentra a las puertas de un umbral ante el que sabe que debe ser precavido.
Apoyándose en lo poético, el arranque nos advierte mediante sólidas pistas de que, en efecto, haremos bien de leer con mimo.
¿Que por qué disfrutar del terror?
¿Por qué alimentar la parte más oscura de lo que terminaremos por llamar pesadillas?
Supongo que la inquietud ante lo que representa la oscuridad forma parte del ser humano. Debemos indagar en la obligación inherente al caminar que nos ha sido impuesto.
La pluma cae en manos de Virginia Alba en primera instancia.
Ya con ‘En el limbo de la locura’ me advierte de un conocimiento que debería perturbarme. Se trata de una demostración poética tan breve como intensa, llevada a cabo en un terreno que conozco, por desgracia, demasiado bien.
Me pongo en guardia y no demoro más esta introducción.
Pretendo ir dejando mis impresiones a cada propuesta de esta antología.
Se antoja como un viaje de lo más emocionante, aunque a veces las emociones propongan ciertos tipos de sufrimientos, como he dicho, de obligada indagación.
LA PUERTA A LA VILLA DEL SEIS
Vivir a escasos kilómetros del lugar en el que se desarrolla la acción de este relato resulta desconcertante. Pero no nos confundamos, Virginia no se limita a recrear de forma hiperrealista cierto entorno.
Son muchos los enfoques con los que uno, como escritor, puede introducir lo que a posteriori va a convertirse en un concierto de horror silencioso. Sin embargo, aquí Virginia emplea una batuta de lo más cálida y familiar, haciéndonos partícipes del grupo de protagonistas, casi hasta el punto de sentirnos parte de él.
Ahí radica el primer tanto que se apunta este relato.
La curiosidad insaciable de Carlos, el tedio de Ana, la caza perenne de Laura o el divertimento de Luís, nos llevarán de la mano hasta el desértico pueblo de La Musara.
En mi caso, con mi lectura en plena y calurosa madrugada, el viaje propuesto por la autora se me ha dibujado a tal inmersión que por momentos he disfrutado de paladear la cuidada escritura empleada en la primera mitad del relato. Como si algo malo aguardase pocas páginas más allá.
No sabía si sería malo por tétrico o sangriento, por fantasmagórico o desconcertante. Sin embargo, un cosquilleo creciente en mi columna, a medida que iba acariciando mi nuca, me indicaba que la desesperanza y la desolación iban a estar presentes.
Ahora, habiendo concluido el relato de Virginia, puedo afirmar que se llevaría mi aplauso de no ser porque no quiero alterar el silencio que, de algún modo, ha dejado poso en mi interior.
Como una hábil malabarista al tridente que conforman mente, genio y teclado, la autora ha sabido como despistarme y darme el esquinazo. Y es que he suspirado con gran alivio al creerme en la cúspide del terror que este relato podría ofrecerme. He pecado de total ingenuidad al remar con confiada urgencia hasta su final.
En estos momentos ya es tarde para corregir y ganar en cautela.
Solo me queda encender alguna que otra luz, sonriente por motivos varios. Por la cercanía del amanecer de un nuevo día. Por el buen hacer de la nueva pluma descubierta.
Este impulso que siento a encapsular lo leído en el marco de las páginas que lo contienen, a poner distancia entre uno mismo y lo experimentado, es precisamente lo que todo escritor de terror debería buscar.
Virginia lo ha encontrado, y de qué manera.
EL EXTRAÑO
La tercera parada que nos propone El umbral oscuro se titula ‘El extraño' y va nuevamente a cargo de Virginia Alba Pagán.
Ya de buen comienzo el viraje que plantea con respecto al anterior relato resulta abrupto. La soledad, compañera traicionera en momentos de terror, se nos plasma aquí con creciente crudeza. Pues el único compañero que va a encontrar el lector a parte de la inquieta protagonista es su teléfono móvil. Y menudo compañero.
En un in crescendo conducido con una suerte de delicada contundencia, la autora logra que empaticemos con su personaje hasta el punto de hacernos sentir los golpes de la trama en nuestra propia psique.
Valiéndose de algo tan popular como son las aplicaciones de mensajería, y añadiendo ingredientes tales como la violación de la privacidad, el desequilibrio emocional y los fantasmas personales, en apenas diez páginas asistimos a un terrorífico ejercicio, a mi juicio, conducido de forma excelente de principio a fin.
Un final que invita a seguir avanzando en esta antología, sin que uno sepa muy bien qué punto flaco logrará acariciar con tal de arrojarnos al miedo y la inquietud.
Continuará...
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